De gamificaciones y eso…
No descubro nada nuevo diciendo que la forma de educar ha cambiado. Hace ya algunos años que me planteé dar un giro y un aire nuevo a mis clases de Religión. “Si todo cambia, la clase de Religión también debía cambiar”, de ahí que las empezará a dotar de una buena dosis de nuevas metodologías.
Un salto al vacío, viendo que hay muy poquitos materiales de los que echar mano, cuando se trata de hablar de Religión.
El segundo salto al vacío vino cuando decidí empezar a crear mis propios materiales y usar los libros de texto como un material de consulta. Os aseguro que fue un paso a lo desconocido y salir de esa zona de “confort” pero también os puedo decir que se siente una gran satisfacción ver que eso que creas, sirve para algo.
Lo cierto es que años después creo que ha merecido la pena el esfuerzo por dar un toque de calidad a mis clases y a la propia asignatura, apostando por la novedad, la inquietud de mis alumnos y por qué no, la creatividad.
Es un esfuerzo no solo crear los materiales sino estar metida siempre en esa burbuja de formación constante, pendiente de encontrar las mejores vías con las que enganchar a mis alumnos e ilusionarles con Jesús, con sus discípulos y descubrirles que las clases de Reli, son un lugar para aprender, para tener fe y porqué no para divertirse.
El confinamiento supuso un reto grande, motivar a los niños desde casa, cuando nuestras clases, son clases vivas, donde necesitamos vernos, sentir y emocionarnos, sin duda, supuso otro esfuerzo más.
Una de las claves de mis clases, es trabajar de forma gamificada. Meter a los alumnos en el mundo de Jesús, hacerles volar con la imaginación y dejarse llevar por una escuela de investigadores o reporteros donde deben dar lo mejor de sí mismos para hablar a los demás de Jesús y de su mensaje.
De ahí, que vea la gamificación como una herramienta muy poderosa que me permite transmitirles lo que vivo y siento, hablarles de Jesús y lo más importante que mis alumnos se ilusionen, se sientan motivados y que aprendan. Que vean a Jesús como un amigo del que pueden aprender a ser mejores personas, que conozcan dónde vivió y cuál fue su tarea y su misión. Que descubran que ellos también son discípulos y que forman parte de esa misión.
Rutinas de pensamiento, gamificación … aterrizaron y tiempo después se han quedado para dotar mis clases de una identidad propia.
Desde aquí animo a probar cosas nuevas en nuestras clases de religión, a no quedarnos en la zona de “confort” y dejarse llevar por la innovación para que juntos consigamos que nuestra asignatura sea valorada como lo que es, una asignatura que ayuda a crecer y a ser mejores personas.