14 ESTACIONES DESDE LAS PERIFERIAS
Tiempo de Cuaresma. Tiempo para recogerse, para entrar en el adentro, sólo desde ahí podremos salir hacia afuera en el culmen de la Resurrección. Te proponemos hacer un recorrido por un Vía Crucis especial. Puestos los ojos en la realidad de hoy y leído desde los márgenes, desde las periferias, desde el lugar donde habitan los preferidos de Jesús. Catorce estaciones son 14 pausas para reflexionar. Comenzamos:
1ª Estación. Puesto en tu presencia, Señor, quiero ser como Tú, quiero llevarte por el mundo, quiero tenerte a mi lado. Y así, a mi manera te quiero. Ojalá pudiese quererte a tu manera, sería todo más perfecto, pero no, es a mi manera, con mis grandezas y mis debilidades, con mis entretelas y mis adentros. Ahí descubro que no hay que ir a ningún templo, lugar o tiempo especial para encontrarte. Templo es cada lugar donde hay sufrimiento.
2ª Estación. Uno de los mayores dolores y más incomprensibles es el infligido a los niños. Hay muchas infancias robadas que marcan de forma indeleble vidas adultas. Esto nos lleva a Jesús en Getsemaní. ¿Hay un cáliz más doloroso que el sufrimiento de los niños? Niños que sufren son los robados, los callados y acallados, los no amados, los guerreros obligados, los puestos a trabajar por baratos y tantos otros. ¿Quién puede darles la voz? No hay mañana para ellos, así no. No hay esperanza y sin esperanza no hay nada.
3ª Estación. Pedro niega a Jesús. ¡Esto de conocerle puede complicarle la vida! A veces, mirar al otro a los ojos, me complica la vida, me interpela, me inquieta. El otro se convierte en un riesgo para mí. Es mejor mirar para otro lado y decir como si nada: No, no le conozco. Inmigrantes; enfermos y necesitados; fracasados que en otro tiempo no lo fueron; sentenciados, aunque haya sido equivocado el juicio legal y el de la calle y tantas otras situaciones.
4ª Estación. ¡Crucifícalo! El pueblo exacerbado pide justicia. Pilatos no lo tiene tan claro, pero las gentes quieren que Jesús sea crucificado. ¡Demasiadas verdades incómodas! Hoy, también crucificamos a todo lo que nos resulta incómodo y, aún más, si nos da miedo, si es improductivo y si no cumple con los cánones de belleza, bienestar y felicidad de nuestra sociedad. Ahí están los enfermos mentales, donde el ser humano se rompe y resquebraja desde lo más profundo. A los problemas de salud mental no sabemos mirarlos de frente, cara a cara. Es mejor invisibilizarlos.
5ª Estación. Jesús, camino del Calvario, cae una y otra vez, ¿cuáles son los pesos que soporta en forma de pesado madero? En esa cruz que araña tus espaldas van las mentiras, los engaños y las trampas; van las intrigas que han tramado una coartada y que a vidas inocentes despedazan; van las promesas incumplidas y nostalgias… Pilatos ante todo ello, se lava las manos. Hoy están los que van con descaro y sin vergüenza y los que se esconden tras un buen lavado de manos.
6ª Estación. Las mujeres, en el borde de los bordes de la historia ¡tantas veces excluidas! Pero están en el centro como fecundos manantiales de vida. Dichosa tú, mujer, que por serlo estás invitada al banquete de la vida. Las mujeres son auténticas artífices del amor, la misericordia, la compasión: Tuve hambre y con tu pecho me saciaste. Tuve frio y con tu cuerpo me abrigaste. Estuve enfermo y con cariño me velaste. Me fui lejos y en tu alma me añoraste. Si sediento de cariño me besaste. Si desnudo con tus manos me abrazaste. Si en tristeza con tu amor me consolaste. Si del suelo con tu voz me levantaste.
7ª Estación. El cirineo es obligado a llevar la cruz. Pasaba por allí, seguramente no tenía ninguna intención de andar ese camino, pero lo anduvo y le transformó. Alguien tiene que acompañar los últimos pasos de la vida, esos que queremos que sean rápidos, pero son lentos. Los ancianos apartados, ¿qué les queda? El amor. El amor dado a lo largo de la vida y el recibido, ahora que tanto lo necesitan. Y sin ayuda no es posible llegar al Gólgota.
8ª Estación. Tu vida está ordenada y es casi perfecta y, de repente, un día aparece el dolor, el sufrimiento, la enfermedad o hasta la muerte. La muerte llega, con o sin previo aviso, y toma posesión, lenta o rápidamente. Y cuanto más avanza ella, más retrocede la vida como aquí la conocemos. Entonces, lo que queda es permanecer, como María al pie de la cruz. Aquí estoy por el amor que te tengo. El cariño y la ternura es el mejor bálsamo en estos últimos momentos, mientras se abriga la esperanza de volver a vernos.
9ª Estación. Este texto debería permanecer en blanco porque no hay nada que decir ante la muerte de un hijo, solo cabe el silencio. No hay dolor comparable al dolor de una madre que pierde a un hijo. ¡Aún más si lo pierde de forma violenta! ¡Y cuántas formas y vestiduras tiene la violencia! Esa ausencia siempre será una enorme presencia. Siempre que nos reunamos, siempre que celebremos, siempre que haya una mesa… el vacío ha entrado en casa, uno más para comer.
10ª Estación. Ya se lo dice Jesús a Felipe: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Por tanto, también en la cruz está presente el Padre. La oración del Padrenuestro también intuye cruces: las del sufrimiento de los hombres; las del pan de cada día y lo difícil que es llevárselo a la boca cuando la vida no es de película; las de los propios deseos, vanidades, miedos, comodidades…; las de los “pecados” de omisión, muchas veces, más hirientes que los otros; las de la insensibilidad, la frialdad, la indiferencia.
11ª Estación. ¿Quién es dueño de la vida como para quitarla? Meditación ante cualquier ajusticiado, como lo fue Jesús. Las formas de ajusticiar han cambiado, pero el resultado es el mismo: eliminar la vida. Hay muchos ajusticiados, matados a tiros, ahorcados, asesinados por armas de toda índole, condenados a pena de muerte o por tantas otras formas de ajusticiamiento. Todos ellos ahí en nombre de una justicia ajusticiadora o sin justicia. La vida es un regalo de Dios, terreno sagrado, creación de sus manos, ¿quién se atreve a convertirse en juez y sentenciar la muerte? ¿quién profana este terreno?
12ª Estación. No queremos ver las fosas comunes, las cunetas, los cuartos oscuros, los sótanos húmedos, las trincheras… No queremos ver los cuerpos que quedan sin nombre y apellidos, olvidados, en el anonimato. En la memoria, ahí resguardados, para que queden grabados en el recuerdo. Y como los soldados que custodiaban el sepulcro, se jugaron a los dados el manto de Jesús, así se hace con la vida de algunos de estos olvidados. Va por los callados, acallados, amenazados, atemorizados, torturados, abandonados, perdidos, extraviados, amontonados… Se selló el sepulcro y allí con Jesús todos quedan encerrados.
13ª Estación. Junto a todos los que sufren, Él está: En aquellos que cruzan a nado, en la barca llamada “desesperación”; en aquellos que saltan la valla, esperando un futuro mejor; en aquellas mujeres coraje, cargadas de fuerza interior… Y de este lado, estamos los que inventamos fronteras y muros y hacemos mapas y ponemos verjas. Luego están los que tienen claro que ellos, los que sufren, son los preferidos.
14ª Estación. Y aunque las 14 estaciones del Vía Crucis, concluyen con el cuerpo de Jesús depositado en el sepulcro, no podemos dejar de hablar de Resurrección, cuando ya desde el sepulcro la esperanza se va abriendo camino. No tengáis miedo, no cerréis las puertas, cuando menos os lo esperéis, como en el camino de Emaús, Jesús os saldrá al encuentro. Abre tus ojos, deja que tu corazón arda. Hay signos de Resurrección, hay mil motivos de esperanza, porque la muerte no tiene la última palabra.
¡Feliz e interpelante camino!
Dori Díaz