Se denomina caja negra o registrador de vuelo, al dispositivo que, principalmente en aeronaves, trenes, barcos y naves espaciales, registra la actividad de los instrumentos y las conversaciones de los tripulantes. Su función es almacenar datos que, en caso de un accidente, permitan analizar lo ocurrido en los momentos previos y establecer sus causas. Los primeros registradores de vuelo se empezaron a usar a finales de los años 1950 y se les llamó “cajas negras”, denominación que perduró incluso después de que se pintasen de color naranja para facilitar su localización tras un accidente. Metafóricamente podemos llamarla la “caja de los secretos”
Todos tenemos nuestra propia “caja negra”, “caja naranja” o “caja de los secretos”. En ella guardamos experiencias personales del viaje de nuestra vida. Experiencias vitales de las que tenemos un recuerdo especial. Hay recuerdos de todo tipo, unos son agradables y otros no lo son tanto. Aceptarlos en un paso importante. Todos son nuestros y, de una forma u otra, nos han hecho como somos. Siempre es bueno tener a mano este pensamiento: Lo más importante no es lo que nos sucede, sino cómo interpretamos y cómo reaccionamos frente a lo que nos sucede.
Hay recuerdos que tienen una especial intensidad emocional, otros son más livianos y otros que nadie sabe y que pertenecen a nuestro patrimonio exclusivo. Son las joyas mejor guardadas.
La caja de los secretos tiene varios niveles. El nivel 1 es donde se almacenan los secretos que se comparten con facilidad, porque al revelarlos nos sentimos ligeramente comprometidos. En el nivel 2 están los secretos “secretos” que no se comparten con nadie, o solamente con algunas personas exquisitamente especiales, ya que al revelarlos nos sentimos seriamente comprometidos.
Conviene identificar cuáles pertenecen a cada nivel. Con los del nivel 2 nos sentimos más vulnerables, por eso se guardan con más mimo. Caídos en manos de personas inadecuadas puedes ser usados para herirnos y hacernos daño.
¿Somos personas capaces de guardar secretos? Los secretos compartidos, sobre todo los más delicados y comprometidos, se han de guardar con más respeto y cariño. Algunos de ellos deben de ser guardados incluso con veneración, ya que la persona que nos los ha confiado se ha expuesto abriendo su intimidad. Por honestidad, si somos personas que no saben guardar secretos, tenemos que avisar antes a quienes quieran desvelar sus secretos, para que sepan a qué se atienen. ¿Puede más, a veces, nuestra curiosidad que el terreno sagrado que pisamos, que es la otra persona?
Cuida mucho tu “caja de los secretos” y respeta profundamente la de los otros. Recuerda que quien acceda a ella accederá al universo más íntimo y personal. Este espacio “sagrado” no se comparte con cualquiera. Antes de confiar algunos de los más íntimos secretos, es importante saber en manos de quién se ponen.
Fiódor M. Dostoyevski, famoso escritor ruso que en su literatura explora la psicología humana, escribía: «Entre los recuerdos que todos conservamos hay algunos que sólo se los contamos a nuestros amigos. Otros los guardamos para nosotros mismos bajo el sello del secreto. Y existen cosas que el hombre no quiere confesarse ni siquiera a sí mismo».