La política educativa se aleja
Se han vivido diferentes situaciones sobre la implantación de los nuevos currículos, no solo de Religión. Esto evidencia que las numerosas leyes han acabado por ser poco significativas en la práctica docente.
Desde que se aprobó la Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE), en diciembre de 2020, debían publicarse las enseñanzas mínimas por parte de la Administración estatal y los decretos de currículo de cada etapa por parte de las Administraciones autonómicas. Unas y otros han llegado tarde, muy tarde. En algunos casos se publicaron en verano y en otros ni se los han hecho todavía. En algunos lugares se ha regulado que se mantengan los libros de texto del curso anterior correspondientes a otro currículo. Son solo algunos indicadores, no será necesario ampliar la lista, que revelan un notable desconcierto en la gestión política del sistema educativo. Esta confusión no ha sido un obstáculo insalvable para que millones de estudiantes hayan iniciado sus clases con normalidad, han comenzado el curso incluso antes que en años anteriores.
El análisis de estos datos hace inevitable concluir que el profesorado puede desempeñar su trabajo docente casi al margen de las políticas educativas. Una consecuencia lógica de la excesiva sucesión de reformas y currículos preocupados más por opciones ideológicas que pedagógicas y del anclaje de políticas educativas en tiempos pasados. El resultado de esta gestión pública es que sus leyes dejan de ser significativas y pierden su liderazgo, que pasa a ser ocupado por el protagonismo de los docentes. Esta situación no es una mala noticia, pero exige un esfuerzo añadido por parte del profesorado y, sobre todo, de los equipos directivos que están llamados definitivamente a liderar los verdaderos fines de los proyectos educativos en ejercicio de la legítima autonomía de los centros.
Si centramos nuestra mirada en las clases de Religión, percibimos enseguida que el curso se ha iniciado con parecidas circunstancias. El nuevo currículo de Religión Católica se publicó muy al final del curso anterior, aunque es verdad que se conocían borradores que permitieron anticipar la actualización del profesorado. Currículos de otras confesiones se han publicado iniciado el curso o siguen pendientes. Con los libros de texto, idéntica realidad a otras áreas y materias: se implantan currículos nuevos, con pedagogía y programaciones nuevas, pero se dictan normas que confirman libros del currículo anterior. Asistimos a la paradoja que se piden programaciones LOMLOE con materiales de la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), y esto no alarma ni a Inspección ni a la Administración. Y la confusión aumenta porque cohabitan en la misma etapa no solo currículos pedagógicamente muy diferentes, también regulaciones distintas sobre evaluación y alternativa al área de Religión.
Una política educativa obsoleta
¿Cómo valorar esta realidad? Es inevitable pensar que una vieja política educativa va quedándose obsoleta y cada vez se aleja más de la realidad educativa. ¿Por qué está pasando esto? Es inevitable pensar que algunas políticas educativas permanecen ancladas en viejas opciones sin abrirse suficientemente a nuevos escenarios socioculturales y pedagógicos. En conclusión, asistimos a una emergente realidad en la que las viejas políticas educativas ya no constituyen el liderazgo de antaño.
En el caso de la enseñanza de la religión, es cada vez más evidente que esas viejas políticas no responden a las necesidades actuales. Siguen ancladas en argumentos jurídicos y no pedagógicos; permanecen centradas en una evaluación cognitiva, disciplinar y poco integral e integradora; persisten en su desconsideración de la dimensión espiritual y religiosa en los procesos formativos; insisten en una dicotomía entre formación cívica y valores vitales; etc. Viejas políticas educativas que discrepan de una nueva pedagogía de la religión cada vez más inclusiva y armonizada con los fines de la educación integral.
Inevitable pensar que se necesitan nuevas políticas educativas menos alejadas de la realidad y más receptivas a las contribuciones educativas de la enseñanza religiosa escolar.
Se necesitan nuevas políticas educativas menos alejadas de la realidad y más perceptivas