Salud, estereotipos y educación
Hablamos de educación integral, pero se nos olvida que lo integral supone equilibrar lo intelectual con lo social y lo corporal. Hace poco tiempo que la educación ha integrado en este equilibrio la salud mental. Tanto docentes como estudiantes tienen presentes en sus diálogos y conversaciones la importancia de una buena salud para el desarrollo de la persona y el desarrollo de una educación completa y compleja. Pero ¿en qué medida promovemos en la escuela una cultura de la salud física y mental? ¿Cómo afrontamos la protección del bienestar emocional y corporal de nuestros alumnos, para que no caigan en bajas autoestimas que desemboquen en trastornos? Si queremos fortalecer sus estrategias y sus resistencias contra una cultura del exceso de exigencia, de consumo y de control, debemos acompañarlos en un proceso de maduración que les permita ser críticos con los estereotipos de género, para no caer en conductas machistas como la hipersexualización de las niñas o las masculinidades tóxicas en los niños. Promover una cultura escolar que tenga en cuenta la salud mental comienza por fomentar la diversidad corporal, desafiando los ideales de belleza y éxito no reales y promoviendo la aceptación del propio cuerpo y del ajeno, al tiempo que se aceptan y dialogan las propias capacidades y limitaciones en relación con las de los demás. La comunidad educativa debe involucrarse en esta tarea de concienciación, acompañada de buenas prácticas en el lenguaje y las relaciones. Asimismo, ampliar los conocimientos de todos sobre los factores en que la presión social y el excesivo perfeccionismo desencadenan trastornos que deterioren la autoestima y la salud al mismo tiempo. Antes del éxito académico está la persona; antes del control, la exigencia o los estereotipos está la vida, frágil y diversa al mismo tiempo. Su cuidado es el objetivo de la escuela.

