En las sendas, únicas y originales, que han abierto aquellos que se han dejado transformar por el encuentro personal con Jesús, podemos encontrar pistas que indican un modo particular de profundizar en lo que a todos humaniza. La trayectoria vital de esas mujeres y hombres, con nombres y apellidos, Teresa, Juan, Francisco Javier, Ignacio, en sus búsquedas, aciertos, desconciertos y olvidos, en diálogo con las realidades sociales, culturales, políticas y eclesiales de su tiempo, nos proporcionan una mirada disruptiva al momento presente y nos hacen comprender que es, en cada ser humano concreto, en el que las grandes palabras adquieren rostro humano y se verifican como un camino de plenitud personal y un bien para todos. Su vida y memoria abrieron caminos y generaron cultura que, desde la clase de Religión, podemos volver a recrear curricularmente para los alumnos. Frente a propuestas educativas que se enfocan en la adaptación exitosa a las circunstancias de cada momento para amoldarse a las expectativas de este tiempo presente, nuestra contribución será recordar, Ultreia et Suseia, que es la tensión de ir siempre más allá, más adelante, la que verdaderamente nos humaniza.
Quien comienza una peregrinación, recuerda Francisco, procura ante todo tener clara la meta, que lleva siempre en el corazón y en la mente. Pero, al mismo tiempo, para alcanzar ese objetivo es necesario concentrarse en la etapa presente, y para afrontarla se necesita estar ligeros, deshacerse de cargas inútiles, llevar consigo lo esencial y luchar cada día para que el cansancio, el miedo, la incertidumbre y las tinieblas no obstaculicen el camino iniciado. Ser peregrino significa volver a empezar cada día, recomenzar siempre, recuperar el entusiasmo y la fuerza para recorrer las diferentes etapas del itinerario que abre siempre ante nosotros horizontes nuevos y panoramas desconocidos. Buen camino.
Quien comienza una peregrinación, recuerda Francisco, procura ante todo tener clara la meta