Cerramos un año intenso para la ERE. Este mes de diciembre hace un año de la aprobación de la LOMLOE. Debilitada, marginada (como siempre) a una adicional, el Ministerio recuperó, con pocos cambios, la regulación que había estado vigente en la LOE. Es verdad, no conviene olvidarlo, que la presencia de Unidas Podemos en el gobierno de coalición y la posición contraria a la presencia de la asignatura de algunos de los partidos que apoyaron la LOMLOE hacía presagiar un horizonte mucho más oscuro.
Acabando el año, es necesario releer la nota que ha publicado la Comisión Episcopal para comprender cómo están las cosas: es responsabilidad y competencia de las comunidades completar la carga lectiva (que el Ministerio ha rebajado con respecto a la LOE) y dar indicaciones a los centros sobre cómo regular para los alumnos que no escojan Religión. En todo lo que afecta a la ERE, dentro de la legalidad, las Administraciones van a mínimos, como quien vive la integración escolar de la diversidad religiosa, desde el respeto a la identidad del alumno y al derecho de las familias, como un asunto que no va con ellos. La Comisión Episcopal, las delegaciones, las asociaciones, las plataformas y los sindicatos se han encontrado con una racanería impropia por parte de las Administraciones. En fin…
Pero también ha habido este año muy buenas noticias, consecuencia de la iniciativa de la Comisión Episcopal: el proceso participativo del foro de currículo, la adaptación al marco competencial europeo, la consulta pública de los borradores, etc.
Las competencias específicas de Religión son, en nuestra opinión, otra buena noticia. Con igual fuerza, estructuran los contenidos teológicos e iluminan el perfil de salida de la enseñanza básica, subrayando la racionalidad y verificabilidad de la propuesta de la cosmovisión cristiana.
Como después de cada reforma, toca levantarnos y seguir. ¡Venga la esperanza!