Fines educativos en la LOMLOE
El discurso sobre los fines de la educación ha sido un eje vertebrador sobre cuáles eran y cómo debían orientarse los procesos educativos, pero, en los trámites de la LOMLOE, este debate ha pasado desapercibido.
Observamos un debilitamiento generalizado de esta reflexión. La pregunta por los fines de la educación parece haber pasado definitivamente de moda. Hace un tiempo, constituía un debate esencial en la pedagogía y en las políticas educativas. Hoy, sin embargo, las preocupaciones están más centradas en los resultados que en los procesos, en los medios que en las finalidades.
Para nosotros, esta fragilidad del discurso sobre los fines de la escuela es de vital importancia para la promoción humana y la función social de la escuela. Es precisamente en esto donde nos jugamos la emancipación del alumnado, los futuros ciudadanos. Por esto, lo reiteramos una vez más: esta debilidad no es solo pedagógica, más bien es antropológica. No queda más remedio que darle la razón a quienes explican que una de las evidencias de la crisis antropológica de nuestro tiempo es que defender lo obvio es lo más difícil en nuestra sociedad actual. Quizá por eso, algunos proponen que preservar lo humano será una de las tareas esenciales de la Iglesia en el siglo XXI.
Los articulados de las leyes suelen ser tan políticamente correctos que apenas revelan sus opciones ideológicas. Hay que acudir a sus preámbulos, sin valor legislativo, para descubrir su densidad antropológica. Personalmente, me ha tocado analizar y explicar hasta cuatro exposiciones de motivos: la LOGSE y LOE, por un lado, la LOCE y LOMCE, por otro. De la LOGSE recuerdo una contundente proposición que se retocó en la versión aprobada: su pretensión anticipatoria, es decir (casi literal), no nos gusta la sociedad que hemos heredado, tenemos una idea mejor que proponer y vamos a utilizar la escuela como palanca de cambio. Quizá, pueda concluirse que en aquella intencionalidad interesaban más las ideas que las personas.
De la LOE y la LOMCE recuerdo una comparativa de los preámbulos escrita por Alejandro Tiana y publicada en la prensa especializada, concretamente en Escuela, en 2012. Los dos tienen algunas similitudes, explicaba, pero también algunas diferencias, por ejemplo: la LOE habla más de atención a la diversidad y la equidad, mientras que la LOMCE se centra más en calidad y talento; la LOE subraya principios de inclusión, cohesión social y ciudadanía democrática, mientras que la LOMCE enfatiza la competitividad, individualismo y empleabilidad. Como puede apreciarse, concluía Tiana, “los preámbulos de las leyes no son inocentes”.
Finalidad de la enseñanza de la religión
Tiempo habrá para analizar la exposición de motivos de la LOMLOE, como es obvio, más en línea con la LOGSE y la LOE. Por supuesto, al menos por ahora, no contiene ni la más mínima referencia a la enseñanza de las religiones, aunque su nuevo tratamiento forme parte de sus principales motivaciones. Entre sus motivos más explícitos aparecerá la Agenda 2030 y los objetivos de desarrollo sostenible. Desde nuestro punto de vista, algo muy oportuno para la enseñanza de la religión que compartirá valores e ideales. Más adelante habremos de desarrollar este espacio de diálogo entre los objetivos de desarrollo sostenible y la enseñanza de la religión.
Sin embargo, para la clase de Religión, estos loables objetivos no serán nuestro último horizonte, porque tenemos otros más altos y completos: la dignidad humana y los derechos humanos. En esa línea, de los pilares de la educación, nosotros contribuiremos específicamente al aprender a ser; de la competencia global, educaremos principalmente el sentido crítico, la sensibilidad intercultural y la responsabilidad con el bien colectivo; de la ciudadanía mundial, propondremos primordialmente la ecología integral.
En definitiva, la enseñanza de la religión contribuirá a las más altas finalidades de la educación: la dignidad de todos y todas, porque lo más esencial de nuestra propuesta educativa es hacer de este planeta la casa común de la humanidad. Así es y seguirá siendo, aunque no se reconozca en la ley.