Fraile Yécora: «Los obispos no quieren ‘exclusividad’ de la religión católica, sino ‘abrir un espacio de diálogo»
Pedro Fraile Yécora, natural de Tarazona, es Licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma y doctor en Teología Bíblica por la Pontificia de Salamanca. En esta entrevista nos cuenta su visión sobre la asignatura de religión y sobre la importancia que debería tener el estudio de la Biblia para el católico.
Pedro Fraile Yécora se ha dedicado a la enseñanza de la Sagrada Escritura principalmente en el CRETA y en el Instituto de Ciencias Religiosas de Zaragoza. Actualmente colabora en los cursos de Máster en Mística en el CITES de Ávila y es profesor para la obtención de la DECA en la Universidad Internacional de La Rioja. Desde 1995 acompaña grupos de peregrinos a Tierra Santa y a la Ruta de san Pablo (Turquía y Grecia). Su lugar favorito es Getsemaní, más en concreto, la Roca de la Basílica de la Agonía, «allí he visto rezar, llorar, que la gente se echa en tierra, uniéndose al grito de Jesús del Jueves Santo… Me parece impresionante».

Además de su trabajo docente, Pedro tiene numerosas publicaciones en la editorial PPC de carácter bíblico destacando de todas ellas su carácter divulgativo y didáctico. En concreto destacamos Concordancias Pastorales de la Biblia (PPC), que pretende ser un material de apoyo para profesores, catequistas y agentes de la pastoral. Además de todo este trabajo, imparte formación a profesorado de religión en colaboración con el Grupo SM. Ha impartido cursos en diferentes lugares, algunos de ellos son Santander, Oviedo, Orense, Logroño, Pamplona o Zaragoza.
¿Cómo ves al profesorado de religión?
Me he encontrado con profesores muy animados y muy bien formados, otros cansados y desorientados. Estos últimos en parte por su inestabilidad laboral, en parte por el poco aprecio por su labor que perciben en otros compañeros, y en parte también porque necesitan que se ponga en valor su tarea dentro de la labor educativa. No solo necesitamos ‘buenos’ profesores de Religión, sino también ‘valorados’.
Y a respecto a la asignatura, ¿cuáles crees que son sus retos principales?
Sin duda es un tópico, pero real: depende de las comunidades autónomas y de la idiosincrasia cultural, religiosa y política de cada una de ellas. No es lo mismo trabajar en la enseñanza de la religión católica en comunidades con una fuerte y creciente laicización de la sociedad, a lo que hay que añadir una gran pluralidad cultural e ideológica, como Cataluña, que trabajar en diócesis rurales del centro de la Península, donde la religión aún tiene cierta relevancia y peso social. El primer reto sería lograr un status de asignatura fundamental, no prescindible, en la educación de las personas. El segundo reto una presentación rigurosa y respetuosa con las distintas confesiones religiosas, sin menospreciar las minoritarias, pero sin ocultar la herencia católica de la historia y de la sociedad española, que nos ha configurado y nos configura.
¿Cómo valoras la reciente propuesta de la CEE acerca de la enseñanza religiosa?
La propuesta episcopal ‘propone un modelo educativo que ponga a la persona en el centro’, lo cual me parece fundamental; la persona y no las ideologías, sean las que sean. Insisten los obispos en que ‘exista en el sistema educativo un área educativa referente a valores morales y creencias’. Podemos afrontar esta cuestión desde cuatro puntos de vista. El primero, conflictivo, pues para algunos los ‘valores’, incluso los morales, son un aspecto trasversal de toda la educación, sin que sea necesaria un ‘área propia’; ahora bien, podemos preguntarnos ¿acaso el profesor de historia, de literatura, de ciencias naturales, no hace comentarios y propuestas morales e incluso religiosas? No seamos ingenuos. Una segunda cuestión es la de los modelos educativos. Un buen profesor es, sin duda, referente para un alumno; no solo lo que explica de la materia, sino también transmite sus criterios y creencias. Una tercera cuestión, fundamental, es poner en valor la religión no solo como ‘herencia’ del pasado, sino como ‘criterio’ para interpretar el presente y darle sentido: el materialismo o el cientificismo no es la única posibilidad de interpretar el sentido de la vida. Una cuarta cuestión, no menor, es que vivimos en un mundo ‘religioso’: las tradiciones locales son en buena medida religiosas; los calendarios festivos; páginas de literatura universal, expresiones plásticas… tienen una clave religiosa que, si se ignora, se condena a los jóvenes a no entender su propia historia. La educación religiosa siempre suma, nunca resta. Nos cuesta entenderlo, pero es así.
Además los obispos no quieren ‘exclusividad’ de la religión católica, sino ‘abrir un espacio de diálogo (…) de contenidos mínimos, compartidos y comunes (…) que se impartan respetando el derecho de los padres a elegir la educación religiosa y moral que quieren para sus hijos.

FORMACIÓN BÍBLICA
El católico, en general, adolece de formación bíblica. Después de las catequesis de Primera Comunión y Confirmación, es difícil encontrar en las parroquias y diócesis programas de formación continua, y específicamente bíblica. ¿Por qué crees que ocurre esto? ¿Poca demanda e interés por parte del fiel?
Es triste ver cómo los católicos no le damos ese peso específico a la Biblia/Palabra de Dios que le dan otras confesiones cristianas. La respuesta es muy compleja, al igual que necesaria. Hay una primera razón histórica: hasta el Concilio Vaticano II, cuando se insta a los católicos a que conozcan la Palabra de Dios como fundamento de la fe, la Iglesia Católica fundaba su catequesis en la historia sagrada, pero no en la lectura de los textos bíblicos. Otra razón es la socio-cultural: a los católicos se les identifica popularmente con la recepción de algunos sacramentos y sus fiestas, pero no con la lectura de la Palabra de Dios como alimento de la vida del creyente. Esto no debería ser así: la Palabra de Dios y la Eucaristía son alimentos para el creyente. Una tercera razón es la formativa: no se puede ‘repartir Biblias’ (con perdón de la expresión, ciertamente torpe); hay que ‘iniciar’ en la lectura de la Biblia como Palabra de Dios, con cualquiera de sus métodos.
¿Existe una pedagogía específica para enseñar Biblia en colegios e institutos? ¿Cuál?
Buena pregunta. En efecto; no es lo mismo explicar exégesis en una Facultad de Teología que iniciar a la lectura de la Biblia a unos niños y jóvenes, o acompañar un grupo de creyentes en la parroquia que quieren leer la Palabra de Dios como alimento de su fe. No es lo mismo presentar figuras bíblicas (Abrahán, Moisés, Elías, Jesús, Pablo) que iniciar en el comentario de textos significativos: las parábolas de Jesús, que dan mucho juego; los milagros de Jesús y su significación hoy… No es lo mismo leer la Biblia como ‘literatura religiosa antigua’ que como ‘fundamento de nuestra fe actual’. Yo pregunto siempre a los que me piden una orientación, que qué buscan: ¿textos literarios y religiosos? ¿textos significativos para trabajar en clase ? ¿textos que nos ayuden a creer hoy? De todas formas, para una ‘pedagogía’, lo primero es ‘leer el texto’. Para eso, hay que leer la Biblia, no un comentario, o una adaptación (por atractiva que sea), o una síntesis.

TIERRA SANTA
¿Recomiendas que los cristianos, al menos una vez, vayamos a TS?
No es una ‘obligación’, pero es una ocasión única. No produce cambios ‘mágicos’, pues la fe cristiana no es mágica. Sí es verdad que el que va con un corazón receptivo, no ‘clausurado’, ve cómo se van dibujando ante él paisajes que conoce por el evangelio; o que las palabras de Jesús, allí in situ, tienen otro sabor… y otro sentido. He visto cómo personas, ‘oficialmente duras’, se enternecen como los niños… Como digo, no es una ‘fórmula mágica’ para conversiones, en absoluto. Tierra Santa tiene que ver con la situación personal, con los procesos y situaciones personales que se están viviendo (alejamiento de la fe, de descubrimiento, de crecimiento, de desolación…) Para todos tiene una palabra viva, la tierra viva de Jesús. Yo, de corazón, recomiendo este viaje; bueno, esta ‘peregrinación’.
Por último, en tu experiencia como guía y acompañante de peregrinos a Tierra Santa, ¿qué cambia después de un viaje a Tierra Santa? ¿los textos bíblicos hablan de otro modo?
Por supuesto que sí. No lo digo yo porque sea una respuesta fácil; es así. Mucha gente me lo ha dicho: ‘después se lee el Nuevo Testamento de otra forma’. La llamada de Jesús junto al Lago; escuchar la Anunciación en las grutas de Nazaret, o acompañar a Jesús por las calles de Jerusalén, desde el Pretorio hasta el Gólgota. No estamos, repito, ante un ‘viaje exterior’, sino ante un ‘viaje interior’. El Espíritu Santo nos va trabajando poco a poco, con su cincel; nos va limpiando, perfilando; cuando nos ponemos en actitud de peregrinos, con capacidad de sorprendernos, de dejar que nos ‘pasen cosas’, de que Jesús se nos haga compañero de camino, por supuesto que los textos dejan de ser muertos para ser vivos. No se trata ya de ‘relatos ajenos’, sino de palabras que hablan de Dios, de Jesús, de mí.