Miedo y paraíso
La pastoral del miedo no pudo con el principio esperanza según la obra de Delumeau, que ocupó la cátedra de Historia de las Mentalidades Religiosas en el Occidente Moderno. Pero la cuestión es: ¿qué queda del paraíso?
Muerte, juicio, infierno y gloria acabó siendo el título de un Viaje eléctrico-ilusorio, obra de Luis de Larra, nieto de Mariano José. Hace ciento treinta años también, daba título a una zarzuela de Manuel Fernández Caballero. Todo ello coexistiendo con las sucesivas reediciones a cargo del Apostolado de la Prensa, de la meditación sobre las postrimerías del ser humano. Meditación que hunde sus raíces en Kempis y llega a la actualidad, pasando por una determinada versión caricaturesca de los ejercicios espirituales ignacianos. Meditación, por otra parte, que encaja en la denominada por Jean Delumeau “pastoral del miedo”, y que ha dado otros frutos como la Mesa de los pecados capitales de El Bosco. Las dos filacterias situadas arriba y abajo del círculo central de la mesa, con textos del Deuteronomio, advierten de las consecuencias del pecado. La primera, entre los tondos de la muerte y el juicio final, dice: “Porque son un pueblo que no tiene ninguna comprensión ni visión / si fueran inteligentes entenderían esto y se prepararían para su fin”. La segunda, entre el infierno y la gloria, proclama: “Yo esconderé mi rostro de ellos: y veré cuál será su fin”. La humanidad parece haber perdido la razón y se deja arrastrar por los pecados capitales, pero aún no está todo perdido. Cristo, representado en el anillo interior del gran círculo, vigila, según indica la inscripción en latín que lo acompaña: “Cuidado, cuidado, Dios está mirando”.
Pero, como en el Carro de heno, el tríptico incompleto del Camino de la vida o el Jardín de las delicias, el mensaje que caló de lo que está escrito en la Mesa de los pecados capitales es que el infierno es el destino para los que se alejan de Dios. Y eso pese a que El Bosco incluyó en la tabla cinco círculos, nada común en la estética de la época. En el centro del mayor de ellos, semejante a un gran ojo o al interior de un espejo cóncavo, se representa a Cristo saliendo de la tumba como varón de dolores y mostrando la llaga del costado, apelando a la redención. También Delumeau se ocupa sucesivamente de analizar primero el miedo religioso cristiano y, después, la esperanza humana en el paraíso. Hagamos una guía de lectura cronológico-temática de ese proceso historiográfico. El miedo religioso cristiano lo estudia en El miedo en occidente (siglos XIV-XVIII): una ciudad sitiada (1978), sigue Los miedos de Occidente y Una encuesta historiográfica sobre el miedo (ambos de 1984). Poco después, una clarificadora investigación sobre La confesión y el perdón: las dificultades de la confesión, siglos XIII a XVIII (1990) y Una historia del temor (1991). Tenemos un balance en 1993 en La peur et l’historien: entretien avec Bernard Paillard y un imperativo en 2005 al llamar a Poner fin a las deconstrucciones. El estudio de la esperanza humana en el paraíso culmina en la monumental Historia del paraíso en tres tomos: El jardín de las delicias (1992), Mil años de felicidad (1995) y ¿Qué queda del paraíso? (2000); y termina con un interrogante Que rest-t-il du Paradis? (2005) y una respuesta sinfónica La historia más bella de la felicidad (2012).
Delumeau en la clase de Religión
Pero hay dos breves textos de Delumeau que pueden interesar mucho en este momento a los profesores de Religión. Uno, el prólogo que redacta a comienzos de los noventa para la enciclopedia colectiva que coordinó sobre El hecho religioso. Podrían tenerlo presente los negociadores de la asignatura, tanto de las Administraciones civiles como eclesiásticas. El segundo texto es el publicado en 1998 en Concilium, en un ejemplar dedicado a enfermedad y curación, titulado “La religión ante la desgracia y la enfermedad en Occidente durante otras épocas”. Leerlo permitiría, además, conocer la densidad de una revista importante. Junto con el índice, al menos, de la Historia del paraíso, hacen tres lecturas obligadas. El mensaje sobre la omnipresencia de Dios, la libertad del individuo y las consecuencias del pecado, presentes según el catálogo de El Prado en la obra de El Bosco, subyacen en el estudio de los temores y las esperanzas humanas que han sido los ejes de sus investigaciones.