Pastoral de presencia
Publicado en el número de febrero de 2021
El segundo trimestre del curso se nos presenta complejo. El profesorado está cansado, más de lo habitual en estas fechas. En protocolos se nos va mucho del esfuerzo que podríamos dedicar a otras cosas. Entre ellas, todo lo que tiene que ver con la atención personalizada. Echamos en falta esta dimensión de la educación: encuentro y presencia. Algunas personas llevan muchos meses sin tocar a nadie. La falta de contacto físico provoca una ausencia, más allá de la privación de estímulos sensoriales tan fundamentales para la acogida y análisis de la realidad del ser humano. La ausencia es el vacío del otro, la no-presencia.
En circunstancias así, la pastoral debe plantearse su acción como una oportunidad de presencia, por encima de otros objetivos que fueron importantes en otros tiempos. Una pastoral de presencia me evoca la insistencia de Jesús en estar presente entre la gente. No solo comer o charlar en cualquier parte, sino su cercanía tan “cercana” la de tocar físicamente (al leproso, el ciego, a la niña de Jairo).
Una pastoral de presencia es fluida y contextual, pues se compromete en la cercanía con cada persona, cada miembro de la comunidad educativa. Desarrolla la habilidad de escuchar pausadamente, es creativa a la hora de comunicar que Dios sigue amando con nuevas estrategias, y reacciona a lo que sucede en lo cotidiano (las ansiedades, los imprevistos, las angustias).
La pastoral de presencia toca de otra manera cuando pregunta anticipándose a la dolencia, cuando recibe la angustia no prevista y le dedica tiempo haciendo hueco entre lo que estaba programado, aprovecha la oportunidad para producir encuentros o para recordar que el silencio sigue lleno de presencias que esperan y acogen. La pastoral de presencia alimenta la esperanza y se adelanta con una mirada positiva hacia la realidad. Encarna hoy lo que seremos mañana al encontrarnos, de nuevo, en el abrazo.