Reli, más que un derecho constitucional
El profesor de Religión tiene el reto de "aparecer ante sus compañeros como un referente de profundidad y, sobre todo, de compromiso".
Los días 14, 15, 16 y 17 de septiembre se celebró el curso Ética en clave cristiana para los profesores de Religión de la archidiócesis de Zaragoza. Participó un número grande docentes y se creó un clima de diálogo muy ameno. La formación fue a cargo de Carlos Sánchez de la Cruz. Tuvimos la oportunidad de hablar y preguntarle sobre sus impresiones acerca del futuro de la asignatura de Religión.
Carlos Sánchez de la Cruz nació en Salamanca en 1984 y es un apasionado de la comunicación, actualmente es director de comunicación de la Universidad Pontificia Comillas en Madrid. Es Licenciado en Teología Moral por la misma universidad, que concluyó con un estudio sobre el don y la gratuidad en el pensamiento de J. Ratzinger. Prepara su doctorado con una investigación sobre la relación entre el don y la reconciliación. Ha sido profesor de DECA en diversos centros y ofrecido numerosos talleres a profesores de religión.
¿Cómo ves la asignatura de Religión en el panorama educativo actual?
Podría hacerse hincapié en que la asignatura de religión es un derecho constitucional de los padres, y ciertamente es importante, pero centraría mi mirado en algo que es vital resaltar: la asignatura de religión es un verdadero valor, un ámbito donde brilla la dimensión espiritual y transcendente del ser humano, un espacio de verdadera humanización.
En tu experiencia de formador de futuros/y actuales profesores de Religión, ¿cómo ves al profesor de Religión?
Veo al profesor de religión ante un reto importante: aparecer ante sus compañeros como un referente de profundidad y, sobre todo, de compromiso. En lo que se refiere más concretamente a su formación religiosa, si bien es suficiente, sería muy conveniente que pudieran tener una mayor formación teológica, catequética, pastoral. En este sentido, sería muy deseable que la Iglesia en España financiara en buena parte, o becara, a estos profesores para que pudieran seguir formándose. Que, en medio de sus múltiples tareas académicas y de sus compromisos familiares, hallen tiempo para su formación religiosa es una heroicidad, pero que, además, tengan que financiarse íntegramente sus estudios, dificulta realmente que lo hagan. Además, que la Iglesia cuente con laicos formados en los centros, así como en las comunidades cristianas, es ciertamente esperanzador.