Religión, en pequeño y en grande
¿Qué pierde la persona cuando deja de preguntarse por lo Absoluto, por lo Último, por lo Radical, por todo aquello que la historia ha nombrado como Dios, como aquello más allá de lo cual no puede pensarse, como nuestro límite, como la Vida en sí misma?
Comprendo la educación como la acción compleja por la que niños y jóvenes tienden al desarrollo pleno de su vida y relaciones. No se trata de conocimiento, sino aquello que el conocimiento provoca en la persona.
Con mis alumnos y amigos suelo comentar la diferencia entre crecer y desarrollar. Lo primero es automático, no hay que hacer nada, está a merced del tiempo que pasa y de dinámicas que no controlamos, aunque toca aceptar. Mis alumnos tienen bien claro lo que quiero decir. En un corto plazo, escasos años, han revolucionado lo que eran y se ha perdido el mundo infantil en el que vivían. Es una evidencia que no han hecho nada de semejante calado.
Ahora bien, el desarrollo de la persona es otro asunto, bien diferente, que requiere implicación y horizonte, amplio campo de libertad, con sus luces y oscuridades, con los caminos abiertos y los que ya se presentan como imposibles. Quiebra el espinazo. Comienzan a verse como responsables de lo que son y seguirán siendo. A esto le llamamos desarrollo.
La religión se puede entender de muchas maneras. Reducidas al conocimiento de algo objetivo (ajeno, por tanto, que está ahí delante) o como algo que implica a la persona en su vida, como algo subjetivo (implicativo, cuestionante, involucrante). Entiendo que lo primero es poco menos que una reducción a la insignificancia de un auténtico conocimiento. En el segundo método, hablamos de palabras mayores, capaces de cuestionarlo y abarcar todo desde una sabiduría de raíces muy profundas y de una actualidad que deslumbra, como el Sol frente a la caverna platónica o la Luz que habita entre nosotros del prólogo del Evangelio de Juan.
Creo que el mal que muchas veces acecha la Religión en la escuela no es un mal único de ella. También hay una Historia y una historia, una Ciencia y una ciencia, una Educación física y una gimnasia, una Música y una música, una Tecnología y una tecnología. Las distintas disciplinas, que conectan esencialmente con la persona, se pueden tomar siempre en una doble vertiente: como mera teoría o como combinación de teoría y práctica, como un conocimiento que se trasmite y cuya utilidad se reduce a la repetición en un examen o cuando se convierte en un aprendizaje vital.
Ahí está la única cuestión importante y decisiva, respecto a la Religión. ¿Transmite esta palabra esta vuelta al Vínculo, a la Conexión, a la Unión, al Ligue o ha quedado en un pretérito tiempo ideologizado? Mi pregunta sería: ¿Qué pierde la persona cuando deja de preguntarse por lo Absoluto, por lo Último, por lo Radical, por todo aquello que la historia ha nombrado como Dios, como aquello más allá de lo cual no puede pensarse, como nuestro límite, como la Vida en sí misma? ¿Qué gana cada persona cuando se vuelve apertura ilimitada, cuando enfrenta la totalidad, cuando aborda la cuestión del sentido, cuando se educa en las preguntas sin solución fácil?
Algo que jamás comprenderé de la educación moderna, del siglo XXI, es la fragmentación de las disciplinas y su incapacidad seria de diálogo. Mientras los equipos de trabajo en el mundo real, sean grandes empresas o sean hospitales, se vuelven interdisciplinares y deben escucharse seriamente para tomar la mejor decisión, la educación continúa encerrada en materias cerradas en sí mismas.
La Religión, con mayúsculas, es una de las mejores oportunidades para borrar esas fronteras o salir a ellas, al menos. Desde lo radical, desde lo último, desde una sabiduría amplia que no puede perderse.
En próximos artículos de este nuevo blog, intentaré hacer propuestas serias al respecto. Sin perder de vista lo importante, la educación y desarrollo del alumno de carne y hueso, de lo que supone impulsar una persona para una sociedad y mundo por venir, con el que tenemos la responsabilidad de cocrear esta historia. He titulado el blog como 99 alegres. Es una referencia bíblica condensada, a la vez que una pregunta abierta.