La propuesta de Francisco de un Pacto global educativo
Mons. Alfonso Carrasco Rouco. Presidente de la Comisión Episcopal para la Educación y cultura.
¿Qué destacaría de la invitación del Papa?
Destacaría en primer lugar su insistencia en que la crisis de nuestro mundo, no sólo sanitaria, sino global, tiene una repuesta decisiva e imprescindible en la educación, en su poder transformador.
Educar, nos dice, es apostar con todo realismo por la esperanza, por el protagonismo y la libertad de las personas, que pueden superar todo determinismo, conformismo o sometimiento ideológico, y abrir caminos de transformación de la sociedad.
Educar es una cuestión de amor y de responsabilidad, el antídoto natural propio del ser humano ante desigualdades e injusticias, para hacer posible la convivencia en la paz.
Nos invita, por tanto, a no reducir la educación sólo a instrucción, guiada por el utilitarismo o la burocracia; a asumirla como un compromiso con la propia humanidad, que nos da la posibilidad de construir un mundo diferente.
¿A qué nos compromete la invitación del Papa?
El Papa nos invita a dar toda su importancia a la educación, como personas y como sociedad. A salvaguardar la conciencia de que se trata de un proceso en el que la persona está en el centro, su valor y su dignidad, la forma de su vida; y que determina nuestra cultura, el futuro de nuestro mundo.
Y nos compromete a trabajar, a invertir las mejores energías en un proceso creativo, que ponga en el centro la educación integral de la persona, como camino para renovar la concepción de la economía y de la política, el cuidado de la naturaleza, la respuesta a las necesidades de la familia humana.
Insiste en que esto no puede hacerse sin escuchar la voz de los niños, sin respetar su conciencia aún frágil, sin reconocer a la familia como sujeto educativo primero; e igualmente sin educar a la acogida, al respeto del que es diferente, a la atención al vulnerable.
El Santo Padre subraya la urgencia de dar vida a un proyecto educativo semejante en nuestros países. Y ésta es precisamente nuestra situación en España ahora, en un momento en que se está renovando la Ley de Educación.
Francisco insiste en que no puede delegarse este proyecto simplemente a la responsabilidad de los gobernantes; sino que ha de colaborar toda la sociedad civil, las instituciones y todos los protagonistas de la educación, sin excluir a nadie.
El Papa nos llama, pues, a comprometernos todos en un proceso plural y poliédrico, en que la diversidad de perspectivas se armonice en la búsqueda del bien común, bien tan evidentemente cercano en este caso a lo más personal, lo más querido y, a la vez, lo más decisivo para nuestro futuro como sociedad.