Arte, vocación y provocación. A propósito de “Ateo”.
Vemos la torre de la catedral de Toledo, suenan las campanas y notas de gregoriano. En el oscuro interior dos sacerdotes ancianos a contraluz terminan su tarea. Sin transición, suena música latina y se giran a una presencia nueva que aparece desde la claridad exterior. Alguien entra en la catedral andando sin ceremonias, con soltura, como quien sabe qué viene a buscar. Es C. Tangana.
Así, en estos primeros quince segundos del videoclip de “Ateo” (https://youtu.be/Y9WJOopLYBQ), la última creación de El Madrileño y Nathy Peluso, tenemos planteado todo un choque generacional y cultural. Una maravillosa ocasión para dialogar sobre arte, sobre música, sobre Dios y religión en clase de religión o en clase de arte, en la sala de profes o en la caña después de trabajar. O entre la abuela que acaba de salir del rosario en la parroquia y el nieto que se viste para una noche de “no fiestas”.
El videoclip tiene en tres días casi cinco millones de visualizaciones y despierta reacciones que nos resultan tan interesantes como el vídeo mismo para entrar en tema. Y, para muestra, varios botones: El artista y youtuber Antonio García Villarán nos presenta un riquísimo menú de referencias de la historia del arte que, de por sí, daría para una unidad didáctica a medias entre el profesor de arte o de fundamentos del arte y el de religión en 2º de bachillerato (https://youtu.be/F3Je8UJCiro).
También da, además de para entristecerse, para dialogar en clase de religión, de ciudadanía, de filosofía, de lengua y de CC.SS. la polémica entre el Dean y el Arzobispo. Estos tiempos recios muestran toda la paleta de sensibilidades que hay en nuestra iglesia. La clase de religión también es un buen lugar para acercarse a comprenderlas y para plantear el enorme reto de comunicación y por lo tanto de relación que tenemos los cristianos con este mundo en el que vivimos.
Tras hacer un parón en la redacción de esta entrada, me entero de que dimite el Dean de la catedral de Toledo y dudo si es adecuado escribir esta entrada. Me vienen a la cabeza las referencias a las redes sociales y a los medios que hace en tono de denuncia el mismo vídeoclip y realidad y ficción se tornan una sola cosa. No puedo evitar que vengan a mi mente las palabras de Evangelii gaudium: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.
Vuelvo al estribillo de la canción (Yo era ateo, pero ahora creo porque un milagro como tú ha tenido que bajar del cielo) que testimonia casi sin querer que la belleza es un camino para el acceso a la fe y me apena que este camino también tenga espinas. Parte de los caminos del arte discurren por la senda de la provocación y debemos practicar la paciencia y la serenidad para descubrir las búsquedas escondidas de esta generación que afronta un mundo muy complejo. Ojalá la clase de religión sea un lugar para poder dialogar y comprender todo esto y para aprovechar la ocasión para que nuevas generaciones puedan descubrir no sólo la belleza de una catedral sino también la belleza de una buena noticia que puede iluminar la vida, que puede ayudar a luchar con el diablo que, a veces, nos agita.
Pero alguien tendrá que hablar con los que ya no van a clase de religión, para poder promover un diálogo y un encuentro entre generaciones. Para que se puedan mirar sin sospecha, sin miedo, con respeto y con paciencia.