¿Quién sostiene las estrellas?
(O de cómo explicar a los niños la muerte de un ser querido)
Claudia tiene 6 años. La abuela Margarita llenó su corta vida de vestidos y de lazos, de galletas de sabores, de cuentos, mimos y algún gesto firme (pocos); de caprichos de abuela, de caprichos de los de antes.
La abuelita ha estado enferma mucho tiempo. Claudia no la ve desde hace ya bastante. Le prestó uno de sus ositos preferidos para que la hiciese compañía en el hospital. Le envía dibujos y cartas, de caligrafía no muy clara porque hace poco que aprendió a escribir.
Un día la abuela Margarita se fue. Cuesta entender, cuesta aceptar, hay muchas preguntas, pocas respuestas. Dios dispone y después parece que se queda el silencio.
En ocasiones, la forma más fácil de explicar algo o de entender algo es hacerlo como si a niños nos dirigiésemos.
Al contarle a Claudia que su abuela ha muerto, muchos interrogantes surgirán en su cabeza y en su corazón, casi los mismos que nos surgen a nosotros, los adultos. Para ella hemos escrito, intentando dar un consuelo a su pequeño, pero gran, corazón:
La abuela Margarita se ha ido, ha ido al cielo. Allí le han asignado una estrella, como a todo el que va al cielo. Para ella han dispuesto una estrella blanca, brillante. Cerca de la estrella que ocupa su mamá y también de la que ocupa su papá, también cerca de las estrellas que ocupan todos sus seres queridos, que ya subieron al cielo.
Todas las estrellas del universo, cada una ocupada por una persona, se reúnen por la mañana y deciden a quiénes tienen que ayudar durante ese día y en qué: a quien dar fuerzas, a quien consolar, a quien empujar a enfrentarse con las cosas, a quien sujetar, a quien acariciar, a quien animar, a quien arrullar… Cada estrella, desde el cielo, tiene un cometido concreto al servicio de otra persona en la tierra.
La abuela Margarita lo tiene fácil, ya se sabe la tarea. Sirvió a todos aquí y seguirá sirviendo a todos desde el cielo. Cuidará de su nieta Claudia y también de Alejandra, que es aún pequeña y acaba de nacer.
Cuando te vas al cielo, llevas una maleta cargada con todas las cosas buenas que has hecho en la vida. Si la maleta no se ha llenado del todo, cada vez que alguien se acuerda de ti, te tiene en cuenta o te hace presente, tu maleta se llena un poco más, y así hasta estar completa. Cuando la maleta ya está llena, adelantas puestos en la cola inmensa que hay para entrar en el cielo. Porque todo el mundo quiere entrar allí, porque todo el mundo está llamado a permanecer allí.
Margarita ha llegado con su maleta llena, llena de todo lo bueno que hizo en la vida, llena de la acogida que daba a cada uno, llena de generosidad, llena de preocupación personal por cada uno de nosotros, llena de los valores claros y coherentes que quería transmitir a los suyos, llena de cariño y respeto por todos los que la rodeaban, llena de risas que animaban el día, llena de buen humor hasta en los peores momentos, llena de su disponibilidad, llena de fortaleza y lucha ante la enfermedad, llena de fe, llena de canciones, llena de una presencia humilde y silenciosa… llena de tantas cosas buenas.
Así que, será ella, la que, en sus tertulias matinales con sus compañeras, las otras estrellas, les pidas por cada uno de nosotros, por nuestras debilidades y nuestras fortalezas.
Hoy, cuando el sol se esconda y la noche caiga, busca la estrella que más brille, en ella está sentada la abuela Margarita, tranquila, paciente, sosegada, llena de paz. Te estará mirando desde el cielo, te estará cuidando… aunque no lo percibas, ¿o sí lo notas?
Claudia, aunque, con el paso de los años, creas que todo esto es un cuento de niños, analizando tu vida, te darás cuenta de que hay una persona más en el cielo velando por ti. No la olvides nunca.