Dichoso Hans
“No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones. No habrá diálogo entre las religiones si no se investigan sus fundamentos”.
¿Fue Hans Küng un gran teólogo? Es lo que se pregunta Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, en su carta al respecto publicada en ABC, en Ecclesia y en Iglesia actualidad, medios representativos de la no unanimidad en torno al teólogo suizo. Responde a la pregunta: ¿en qué puntos concretos no está de acuerdo con él? Merece la pena leerla por la claridad con la que presenta las objeciones de un importante sector de la Iglesia católica y como testimonio de un teólogo en cuya formación estuvo tan presente como para ser el autor más citado en su tesis doctoral.
Podemos completar esta visión más ortodoxa, o mejor más institucional, con la perspectiva del cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, publicada en L’Osservatore Romano. Nos transmite su propia experiencia personal con Hans Küng, del que fue asistente en la Universidad de Tubinga de 1961 a 1964. Mantuvo un vínculo de estima y respeto, aunque discrepaba con el contenido teológico de su pensamiento. Podemos leer la entrevista y la respuesta a la pregunta por su discrepancia concreta en: www.e-sm.net/201785-02.
Una respuesta bastante completa a la pregunta por la importancia de Hans Küng la dio Manuel Fraijó Nieto hace diez años en su Laudatio leída el siete de enero de 2011, en el acto de otorgamiento del doctorado honoris causa en Filosofía por la UNED. Recorre el caminar esperanzado de Hans Küng como teólogo y filósofo. Describe su concepción de la vida cristiana como una forma de ser en libertad. Presenta la fe como opción espiritual humana. Defiende el valor ético de la existencia compartida y pormenoriza la necesidad de dialogar, en particular las religiones, por un mundo de concordia y justicia.
La temprana inquietud ecuménica de Küng comenzó en 1957 con su tesis sobre el representante de la renovación de la tradición de la teología evangélica, Karl Barth, a quien dedicó dos grandes elogios: que era doctor utriusque theologie y que se había convertido en un testigo de la fe común. Personalmente, me quedé con que la teología se hace con la Biblia y el periódico, en lo que seguí a Barth aplicándolo en clase. Pero lo ecuménico conduce directamente a lo eclesial. Pensar la Iglesia fue su segundo gran frente al que consagró sus energías de joven teólogo. Seguimos en la década de los sesenta. El fruto fueron sus controvertidas obras ¿Infalible? Una pregunta (1970) y Falible. Un balance (1973).
Pormenoriza la necesidad de dialogar, en particular las religiones,
por un mundo de concordia
Cristología y diálogo interreligioso
Tras el entusiasmo eclesiológico conciliar, su preocupación eclesial cedió el testigo a la preocupación cristológica; esta fue su “década prodigiosa”. En 1974, vio la luz Ser cristiano, donde se plantea el acceso a Jesús y la posibilidad de serlo. Dios en clave filosófico-teológica es el asunto de ¿Existe Dios? (1978). Las respuestas de Küng son decididamente afirmativas. Siguen los libros sobre la Vida eterna y sobre la creación, en los que pide ayuda a la filosofía, a la historia de las religiones, a la medicina, a la exégesis histórico-crítica y, por supuesto, a la teología. Un cambio de timón se produce a partir del quince de diciembre de 1979. Tras él, se sentó a dialogar con las religiones.
Se acentuó su preocupación por el diálogo interreligioso y nació la trilogía de cabecera de muchos profesores de Religión: El judaísmo. Pasado, presente, futuro (1991); El cristianismo. Esencia e historia (1994); El islam. Historia, presente, futuro (2004). Previamente había visto la luz El cristianismo y las grandes religiones (1984). Desembocamos así en la preocupación ética y proyecto de ética mundial. Las grandes tradiciones éticas y religiosas apelaron, durante milenios, a la conocida regla de oro: “No hagas a los demás lo que no quieras para ti”. Por ahí empieza toda ética. Desde la clase de Religión, podría expresarse positivamente: “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti”.