Por Junkal Guevara
Probablemente, los veteranos que leáis este título recordéis cuántas veces os repitieron esta frase durante vuestra infancia. La edad y la experiencia de vida os demostraron cuán cierta es; sin embargo, es igualmente posible que, en estos tiempos, la tenaz certeza de la afirmación haya quedado como “suspendida”. Y es que vivimos una época en la que andamos un poco engañados pensando que sí, que se puede tener todo, de todo o de casi todo. Quienes vivimos en estados con un alto nivel de vida, y España es uno de ellos, capeamos las crisis energéticas, sanitarias, económicas etc., con abanicos de ayudas de todo tipo que a buena parte de la población le permite mantener el estilo de vida; si no, ahí están las cifras del turismo, por ejemplo. Sin embargo, no se puede tener todo. Como dice la canción de La Pegatina: “Ahora o nunca; ya no vale si te he visto no me acuerdo; el hambre no se conforma con tu desacuerdo; yo me como el pollo, pero tú pagas el pato”.
Lo digo en medio de una temporada de elecciones políticas recurrentes sobre la que planea el mensaje de algunos que parece que quieren hacernos creer que se puede tener de todo sin renunciar a nada. Tiempos en los que los liderazgos están, muchas veces, en manos de gente que cree que se puede no elegir; estar a bien con todos; tolerar una cosa y su contraria en aras del “consenso” o de la paz de los muertos. Que “yo no me como el pollo y tú pagas el pato”; que eso no pasa. Y quienes me conocen saben que me gusta repetir que elegir implica “tomar y dejar”. Vamos, que algo soltamos siempre que elegimos: salud mental si nos encerramos; sostenibilidad si no cambiamos el uso energético; ahorros si seguimos viajando, por ejemplo.
Tomar y soltar, ya lo decía el sabio Ignacio de Loyola en los Ejercicios espirituales en pleno siglo XVI. En el “cuarto día”, que para los que conocen la experiencia, es el día clave de las elecciones, en el ejercicio de “los tres binarios de hombres” (Ejercicios espirituales 149), el Maestro advierte: “El segundo quiere quitar el afecto desordenado, pero le quiere quitar de tal forma que se quede con la cosa adquirida” (Ejercicios espirituales 154); vamos, que quiere elegir (Jesús y su seguimiento; el evangelio con norma de vida; etc.), pero “de alguna manera” sin renunciar a nada. Astuto el viejo; se ve que, también entonces, la gente estaba “en desacuerdo con el hambre”.
Y, claro, me parece una propuesta educativa interesante que, queridos maestros, podéis hacer a los chicos y chicas que acompañáis. Y, ya sé que (como dicen los argentinos) “remáis en dulce de leche”; lo tenéis todo en contra, en un contexto en el que el sistema educativo evita, por ejemplo, la tan temida “repetición de curso”, o inunda las aulas de diversidad sin la necesaria atención educativa a la misma. Pero es que la realidad se impone, y hay que tomar y soltar. Que luego vienen las notas de corte, y pasa lo que pasa.
Tomar y soltar
Os propongo un liderazgo educativo en el aula o en la tutoría que ayude a vivir con entereza, con madurez, ese drama que entraña toda elección; si no, no haréis sino echar carbón a la locomotora de la frustración, me temo. Frankenstein es un personaje literario; no es real. En la vida las costuras tramposas estallan, y dejan a la vista las miserias del relleno de paja del monstruo. Elegir; aprender a elegir, y saber que hay que elegir porque la abstención de la vida y sus cosas no es posible. Y, como estamos en tiempo de elecciones, pues, a practicar, porque difícilmente deslizaremos las competencias clave sin pensamiento crítico, sin capacidad para afrontar y resolver problemas, sin negociación… Y, por cierto, aunque no he hablado del conflicto de Oriente Medio (y de todos los demás, los conocidos y los olvidados) es porque lo que he dicho está a la base del mismo: no se puede tener Estado y ocupación; no se puede apoyar políticamente a unos, y ayudar humanitariamente a otros. No se puede. Tomar y soltar.
Aprender a elegir, y saber que hay que elegir porque la abstención de la vida y sus cosas no es posible