¿Realmente mostramos nuestros sentimientos?
Hace unos días ha sido noticia la despedida del tenis profesional de Roger Federer. Aunque de lo más comentado ha sido la foto en la que llora de emoción cogido de la mano de Nadal. ¿No vivíamos en la sociedad de la transparencia digital sin filtro? ¿Por qué estás reacciones?
Pese a todos los detractores que puedan salir, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han ha sabido analizar con éxito la sociedad occidental y canalizar parte de su estudio al menos en palabras comprensibles para el resto. No es el único, a decir verdad, que ha expresado que las redes sociales y la emotividad como estado general de la sociedad y la política, frente a actitudes más frías, distantes y racionales, escondían más de lo que mostraban.
Una vez más la prensa y el alboroto de las reacciones en cadena han dado lugar a maravillosos análisis tuiteros sobre la sociedad en la que vivimos. Todo a propósito de una foto, que seguro que se comentará también en muchas aulas, en la que aparecen Nadal y Federer sentados en el banquillo, con los ojos llorosos, cautivos por la carga emocional del momento. El caso es que estaban haciendo repaso de momentos vividos, en una carrera profesional de innumerables sacrificios y esfuerzos, junto a cuantiosas y gratificantes recompensas. Dos hombres unidos por unas trayectorias impecables a los que parece sellar un gesto tan sencillo: estar cogidos de la mano, celebrar juntos un final todavía en la cumbre del deporte mundial.
Por supuesto, las preguntas que se han hecho han sido de lo más variopinto. Lo cual demuestra nuevamente que una imagen no vale tanto como se dice habitualmente. La mirada requiere también criterio. Lo familiar, lo inmediato, lo comúnmente accesible pasa de inmediato. Por lo que, en gran medida, solo se fija la atención en aquello que contenga una cierta novedad, algo distante, un extrañamiento. Todo momento es nuevo, pero no tanto como se puede escribir sobre el papel. La rutina devora, la conciencia preestablecida enmarca igualmente lo dado amontonándolo con otro tanto recibido.
El jueves comenzaba mi clase con 1Bto precisamente tratando algo muy similar y poniendo el siguiente ejemplo, llegado el momento oportuno: ¿Qué ocurre si dos alumnas mujeres salen al patio cogidas de la mano? ¿Qué ocurriría si lo hicieran dos alumnos varones? Inmediatamente antes habíamos hablado de Channel, la primera mujer que sabemos que lució pantalón en una cena de gala. Algo por lo que, por supuesto, será recordada. Un mar que tuvo que atravesar. Un mar estético y más que estético.
¿No es nuestra conciencia, incluso para lo emocional, siendo algo tan personal y propio, también una sensibilidad que se educa? ¿No nos debería preocupar tener la puerta abierta “del corazón”, sede de sentimientos, pero sobre todo de la voluntad y libertad de la persona, tan abierta, tan vulnerable a agentes externos? ¿No es, en gran medida en estos momentos cuando, de golpe, podemos notar y reflexionar sobre el dominio que se tiene sobre la vida “desde fuera”?
Nuestra conciencia, en gran medida, es cultural. Es evidente. Y lo mismo puede decirse de lo más íntimo de la persona, lo más personal de cada uno, lo singular y propio, que siempre será singular y propio, pero que no está cerrado, encapsulado ni brindado contra nada. Aunque solo sea por tomar conciencia de esto, con su responsabilidad, ya merecería la pena: nuestra conciencia es conciencia de época, y solo esta intuición de nosotros mismos y del mundo que nos rodea nos hará tomar en serio que procedemos con prejuicios continuamente, de los que no nos desharemos jamás. Seremos capaces, en el mejor de los casos, de reflexionar, compartir, dialogar y avanzar con ellos. Pero estarán, siempre estarán. Unos ayudarán a más apertura en lo humano y otros, muy tristemente, contra todo ello.
Mis mejores deseos a todos los deportistas, que son extraordinarios ejemplos para jóvenes y no tan jóvenes.