Se han hecho públicos, recientemente, dos documentos que, sin llegar a tener carácter prescriptivo, servirán para definir cuál será el diseño curricular de la asignatura de Religión. Por un lado, el Ministerio de Educación y Formación Profesional ha concretado la arquitectura del marco curricular de la LOMLOE y ha presentado a las comunidades autónomas ejemplos de cómo será el diseño curricular de las diferentes áreas o materias. Necesariamente, la asignatura de Religión tendrá que elaborarse con esa estructura y los mismos elementos. Por otra parte, la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura hacía públicas (¡cuánto valoramos la realización del foro!) las conclusiones que, pensando en el próximo currículo de Religión, se podrían extraer de las aportaciones recibidas en ese proceso participativo. El marco definido por el Ministerio y las claves establecidas por la Comisión Episcopal serán los ejes en los que se vertebrará el nuevo currículo. Las competencias clave y la reflexión sobre la ERE coinciden en la necesidad de rehumanizar la educación como respuesta a los retos globales compartidos. Para nosotros, humanizar la educación, como se recoge en el documento de la Congregación para la Educación Católica Educar al humanismo solidario, trae consigo “transformarla en un proceso en el cual cada persona pueda desarrollar sus actitudes profundas, su vocación y contribuir así a la vocación de la propia comunidad”. Significa “poner a la persona en el centro de la educación, en un marco de relaciones que constituyen una comunidad viva, interdependiente, unida a un destino común”. El reto que tenemos por delante no consiste únicamente, como a cualquier docente, en conocer y aplicar las formalidades pedagógicas de una nueva ley. Además de eso, lo realmente importante es aprovechar esa circunstancia para renovar la vocación, la misión y la razón de ser, educadora y humanizadora, de la ERE.
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