Navidad en la casa del campo
Aquel año, decidió “no celebrar la Navidad con mi familia, sino solo, en la casa de campo. Quería avenirme con mi fracaso y amistarme con la tristeza de saber que no utilizaría jamás cuanto había aprendido”.
Un personaje secundario en La peste de Albert Camus, en la noche en la que presumiblemente va a morir, pide al doctor Rieux que queme el manuscrito en el que solo figura el mismo comienzo con todas sus variaciones. Un día más tarde, Grand, el oscuro funcionario y pobre escritor, no ha muerto y puede considerarse salvado. “Rieux no podía comprender esta resurrección”, leemos. Grand puede volver a empezar. Más tarde, dijo al doctor: “He suprimido todos los adjetivos. // Y con una sonrisa de picardía se quitó el sombrero ceremoniosamente”. Había vuelto a escribir. Grand soñaba un texto de tal calidad ante el que, después de haber leído su manuscrito, el editor dijese: “Señores, hay que quitarse el sombrero”. Así se lo había dicho al doctor cuando lo conoció. Grand también ha logrado escribir a su esposa Jeanne, que tiempo atrás se había ido de casa dejando una nota: “Te he querido mucho, pero ya estoy cansada. No me siento feliz de marcharme, pero no hace falta ser feliz para volver a empezar”. Otros como Tarrou, Cottard o la esposa de Rieux han muerto. Grand ha resucitado, ya solo vive en los pronombres, ha quitado los confusos adjetivos. Hay que poder, querer y saber volver a empezar.
Stefan Zweig se suicidó en Petrópolis (Brasil). Estaba confuso. “Encontré cierto consuelo” en la lectura de su último libro, dice Theodor Kallifatides. “El mundo que era el suyo había desaparecido y no volvería más. Hitler lo había destruido irremediablemente”. En Otra vida por vivir leíamos hace un año: “El expatriado sueña con volver a lo que dejó, que ya no existe más que en su empañada memoria”. El escritor griego en Suecia envejecía en un mundo cada vez más ajeno: “No soportaba ver a Suecia dejar de ser un país de justicia social y solidaridad, para enredarse en los tentáculos del comercio. La educación se privatizaba, la salud y la asistencia médica también. Los maestros y los médicos se convertían en empresarios, los alumnos y los enfermos en clientes”. En un tren soy un viajero, en una biblioteca un lector, en un hospital un enfermo o un paciente. Pero en los altavoces me considera un usuario o un cliente una víctima propicia de algoritmo. Me rebelo porque quiero ser viajero, lector o enfermo, pero no quisiera ser solo un usuario. Mis estudiantes son alumnos y yo solo su profesor, no somos usuarios y facilitador. La confusión pretende invadirnos, cambiarnos las preguntas. “La nueva realidad moral me ofendía personalmente. Todo se compraba y todo se vendía”, añade Kallifatides que lucha por huir de la vulgaridad. “Era un proceso paradójico. Palabras como conciencia, deber, responsabilidad, desparecieron. […] Grecia intentaba convertirse en Suecia, y Suecia quería convertirse en Grecia”. Los suecos cambiaban el sentimiento de responsabilidad colectiva por la falta de responsabilidad colectiva y, en Grecia, “desconocidos […] prendían fuego a los campamentos de refugiados, mientras el partido más reaccionario subía en cada sondeo”. ¿Educamos para la rebeldía responsable?
¿Educamos para la vida?
Aquel año, decidió “no celebrar la Navidad con mi familia, sino solo, en la casa de campo. Quería avenirme con mi fracaso y amistarme con la tristeza de saber que no utilizaría jamás cuanto había aprendido”. Quizá fuera así y podía aprender precisamente de sus fracasos. Podía resucitar. “El éxito es ir de fracaso en fracaso, sin perder el entusiasmo”, dijo Winston Churchill. ¿Educamos para el fracaso? El día que se despidió como senador uruguayo, José Mújica dijo algo parecido: “Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”. ¿Educamos para la paciencia? “Antes no había razón que nos hiciera divorciarnos, ahora nos divorciábamos por cualquier razón”, en Otra vida por vivir. ¿Educamos para el discernimiento? En 1962, el teólogo calvinsita suizo Karl Barth declaraba en Time: “The goal of human life is not death, but resurrection”. ¿Educamos para la vida?