El imposible reemplazo
Reemplazo. Dícese de la obsesión de muchos conservadores porque de aquí a unos años nos habrán invadido. La novela de Michel Houellebeck, Soumission, agitó las aguas del debate.
Apareció al día siguiente del atentado contra Charlie Hebdo, el siete de enero de 2015. Su autor declaró siete años después: “El gran reemplazo no es una teoría, es un hecho. No hay una conspiración de las élites para acabar con la raza blanca, pero se está produciendo un traspaso de población desde África donde las tasas de natalidad son demasiado altas”. En Cataluña, el veinte por ciento de la población es de origen foráneo a la Unión Europea. Un dominico francés, de conocida familia española de administrativistas y políticos, Jean-Miguel Garrigues Flores, escribe una encuesta de teología histórica, un estudio (2023) sobre L’impossible substitution. Juifs et chrétiens (Ier-IIIe siècles). La destrucción del segundo templo en el año 70, la erradicación de los judíos y la segunda guerra de exterminio en 135 fueron decisivas en la reducción sinagogal. El judaísmo quedó en manos de la sinagoga rabínica-farisea, según Gerson Scholen. Las autoridades rabínicas desconfiaban del mesianismo del Nazareno. No quedaban sacerdotes ni sanedrín, solo rabinos. Federico II el Grande de Prusia, representante del despotismo ilustrado en el siglo XVIII, preguntó un día a un párroco por las pruebas del cristianismo. Este, después de pensarlo un poco, respondió: “Los judíos, majestad”. Para el cristianísimo, los judíos son innegables, reales, no son una idea, no una simple idea. No hay posible sustitución.
Amin Maalouf advierte, lo podíamos prever (Identidades asesinas y otros muchos ensayos, novelas, etc.), sobre el gran riesgo del momento actual: el repliegue identitario. El libanés-francés, con judíos, maronitas y musulmanes en la familia, sabe de qué habla. Su novela de hace unos años, Les desorientés, lo ponía de manifiesto, contando las historias divergentes de aquellos jóvenes, otrora amigos, ahora enfrentados identitariamente. En su reciente Le Labyrinthe des égarés (2023), en el epílogo (“Un mundo a reconstruir”) afirma que hay un asunto fundamental: la relación con la religión. Acierta. Para algunos de nosotros, quizá muchos, esta es la cuestión más importante y quizá por ello nos dejamos afectar más, pero también por ello nos hace falta más sabiduría cordial (sapientia cordis la llamaba Ángelo Giuseppe Roncalli). Si tan importante es para nosotros la religión, ¿no deberíamos pensar que también lo es para otros, aunque según nosotros estén en camino equivocado? En ese gran lago monoteísta que es el Mediterráneo, la relación con la religión se muestra cada día más perniciosa. También en India e Indonesia hay mucho sufrimiento; en esos países quienes más sufren persecución son los cristianos. Es cierto. Pero más allá de todo eso, hay un hecho inquietante: entre religión e identidad se establece un vínculo fuerte. Hay otros vínculos identitarios, pero el religioso (monoteísta) es un veneno que emponzoña las aguas de la fuente en medio de la plaza. Los vínculos identitario-religiosos no dejan de crecer. La relación de los cristianos con los judíos, que son nuestra raíz, que nos llevan inscritos (Rom 11,18), es clave de cómo entender el imposible reemplazo.
Ahora, ¿qué leen?
El siete de mayo falleció el político democristiano catalán de Unió Democràtica, Joan Rigol Roig, presidente que fue del Parlament, entre otros servicios. Su figura ha sido telegráficamente glosada en días agitados. Hace algunos años, en un encuentro sobre políticos y universidades (Cercedilla, Madrid) le preguntamos qué se proponía a los jóvenes que se acercaban a UDC. En tiempos de clandestinidad se les ofrecía Grandes amitiés (Nueva York, 1940) de Raïssa Maritain, traducida en su primer tomo por el que luego fue obispo auxiliar Joan Carrera Planas, Humanisme integral (París, 1936) de Jacques Maritain y la Histoire spirituelle des Espagnes: étude historico-psychologiqe du peuple espagnol (París, 1945) del canónigo Carles Cardó Sanjoan. Había cultura de “belles lettres”. Ahora, ¿qué leen? ¿Qué se les propone?
Amin Maalouf advierte sobre el gran riesgo del momento actual: el repliegue identitario