En este contexto tan cambiante, la Unesco ha publicado varios informes para plantear el papel de la educación. El primero de ellos se publicó en 1972: Aprender a ser: el mundo de la educación hoy y mañana; en 1996, se publicó La educación encierra un tesoro; y, en 2015, Replantear la educación, hacia una bien común mundial. Los tres fueron esclarecedores y tuvieron un gran impacto, pero el mundo sigue cambiando y urge seguir trabajando. Después de un proceso de reflexión colectivo, un nuevo informe da a luz en 2022: Reimaginar juntos nuestros futuros, un nuevo contrato social para la educación, en el que se propone “reconstruir las relaciones entre nosotros, con el planeta y con la tecnología”.
No es nueva la tarea de imaginar la sociedad y la educación del futuro. Ya lo hizo Platón en La República y san Agustín en Ciudad del Sol. En pleno cambio de época, en el largo proceso de tránsito de la Edad Media a la Moderna, algunos pensadores también soñaron con una sociedad mejor. Es el caso de Utopía de Thomas Moro, Gargantúa de Rabelais, La ciudad del Sol de Campanella, la Nueva Atlántida de Francis Bacon o La educación del príncipe cristiano de Erasmo de Róterdam. El “humanismo pedagógico” fue el nuevo modelo educativo nacido en el Renacimiento que pretendía reformar la sociedad a través de una vuelta a los orígenes de la cultura occidental. En el humanismo, existía la convicción de que el estudio de la cultura clásica impregnada por la fe cristiana era el fundamento de un verdadero cambio social. Para los humanistas del Renacimiento, el proyecto de una sociedad más justa nacía de la fidelidad a la alianza de amor de Dios con la humanidad.
Con la Ilustración, los proyectos utópicos formulados por Rousseau, Marx, Bakunin y otros se fueron desligando de los vínculos de la tradición occidental, especialmente de la religión, que consideraban como un obstáculo para el progreso humano y el bien común. Y apareció la educación laica con una visión limitada de la naturaleza humana sin vínculos con la experiencia religiosa, tendencia que se ha prolongado hasta el momento.
Un nuevo contrato social
El informe de 2022 se redacta como respuesta a los problemas derivados de la globalización, de las necesidades laborales del mundo de hoy y del modo como se transmite la información. Pide una transformación educativa reimaginando un nuevo currículo, metodologías colaborativas, el rol del docente y un nuevo ecosistema educativo más abierto y flexible. El documento urge a construir un “nuevo contrato social” basado en los derechos humanos y en los principios de no discriminación, justicia social, respeto a la vida, dignidad humana y diversidad cultural, que incluye una ética de cuidado, reciprocidad y solidaridad. Además, el texto refuerza la educación como un proyecto público y un bien común. El concepto “contrato social” es insuficiente para fundamentar un cambio en las personas y las instituciones. Está comprobado que las leyes son necesarias, pero limitadas para generar cambios reales; por tanto, los educadores necesitan una motivación más profunda, un vínculo más fuerte que el interés. El amor es la fuerza que mueve la educación, es el fundamento de una “alianza” capaz de generar una fraternidad donde se reconozca la dignidad inalienable de cada persona como hijo de Dios. La parábola del buen samaritano es un buen ejemplo de cómo la compasión es la fuerza del cambio social y, por supuesto, de cualquier reforma educativa.
Los cristianos creemos que no hay futuros en la educación sin una conexión con la tradición viva que ha construido la humanidad a lo largo de la historia, que no hay vida plena sin un vínculo con Dios. Se echa de menos en el informe de 2022 el reconocimiento de la tradición pedagógica elaborada a lo largo de la historia, especialmente del aporte de las religiones a la educación. Quizá debamos releer las obras pedagógicas de los grandes humanistas del Renacimiento para encontrar las claves para diseñar de modo más integral los futuros de la educación.
No hay futuros en la educación sin una conexión con la tradición viva que ha construido la humanidad