Gravissimum educationis
El día de la memoria litúrgica de Juan XXIII, se cumplieron sesenta años de la apertura del Concilio Vaticano II, tiempo de gracia en el que, como expresaba Francisco, la Iglesia dedicó un concilio a interrogarse sobre sí misma.
Dentro de las diversas preguntas que se formuló el Vaticano II, estuvo la relacionada con la naturaleza y misión de la educación. Esta reflexión fue expresada en la Gravissimum educationis. El proemio del texto conciliar sostenía que, “debiendo la Iglesia atender toda la vida del ser humano, incluso la material en cuanto está unida con la vocación celeste para cumplir el mandamiento recibido de su divino Fundador, a saber, el anunciar el misterio de la salvación e instaurar todas las cosas en Cristo, le toca también una parte en el progreso y en la extensión de la educación. Por eso el Sagrado Concilio expone algunos principios fundamentales sobre la educación cristiana, máxime en las escuelas”. Esa preocupación por el progreso y la extensión de la educación debido a su importancia, según expresan los padres conciliares, requiere la colaboración de toda la sociedad.
Como sabemos, la declaración se explaya sobre variados temas, como son la educación cristiana, los educadores, la importancia de la escuela, las obligaciones y derechos de las familias, la educación moral y religiosa, las escuelas y universidades católicas. El primer número del documento está dedicado a desarrollar los conceptos relacionados con el derecho universal a la educación, y es interesante ver cómo no ha perdido vigencia en sus conceptos centrales. Cabe aclarar que, si bien siguen habiendo enormes deudas en relación al cumplimiento de este derecho universal, se han dado grandes pasos en favor de una mayor cobertura, tanto de la educación básica como de la educación secundaria, que en los años en los que fue escrita la Gravissimum educationis se presentaba como un desafío a afrontar. La reflexión de la Iglesia sobre la educación ha tenido un gran despliegue después del Concilio, la que seguramente todos conocemos o a la que por lo hemos tenido la posibilidad acercarnos a través de alguno de los documentos sobre la materia. Este pensamiento ha ido buscando, a su vez, responder desde los principios expuestos en la declaración conciliar a los nuevos desafíos para la educación que se fueron presentando en las décadas sucesivas.
A modo de ejemplo de la necesidad de hacer una relectura del concilio a la luz de los retos del tiempo presente, podemos mencionar el instrumentum laboris Educar hoy y mañana, una pasión que se renueva (2014) y la instrucción La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo (2022). En ambos documentos, se parte de la premisa de que Gravissimum educationis es un documento abierto y dinámico que es necesario actualizar. Y mencionan nuevos escenarios que demandan un aggiornamento entre los que se pueden nombrar, entre otros, a la secularización, la globalización, la extendida crisis económica-política, la necesidad de atender a las nuevas pobrezas de nuestro tiempo, la importancia de educar para el diálogo, para la cultura del cuidado y la fraternidad.
A casi setenta años, podemos ver cómo los principios consagrados en la declaración siguen vigentes
La Gravissimum educationis y el pacto
Pero, sobre todo, la invitación del papa Francisco a un pacto educativo global es el que vuelve a poner en el centro el llamado al compromiso de todos que hacía el Concilio para que respete el derecho universal a la educación. El Santo Padre lo decía cuando convocaba al pacto: “Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”, y lo reafirmaba en 2020 en medio de la pandemia que nos dejaba frente a una “catástrofe educativa”. A casi sesenta años, podemos ver cómo los principios consagrados en la declaración conciliar sobre la educación siguen vigentes y adquieren en nuestros días el rostro de los compromisos del pacto educativo global, es decir, la necesidad de poner a la persona en el centro, escuchar a las jóvenes generaciones, promover a las mujeres, responsabilizar a la familia, abrirnos a la acogida, renovar la economía y la política y cuidar la casa común. Todos estamos comprometidos a tejer con esperanza la alianza educativa que los haga posibles.