Experimentar y aproximar
Seco (12/04/20), "decano de los historiadores españoles" (El País), y Artola (25/05/20), con "toda la historia en su cabeza" (ABC), influyeron en los historiadores y profesores de Historia del último medio siglo.
Nuestra memoria agradecida a los historiadores que supieron hacer historia y enseñarla. De los ocho nombrados a comienzo de curso, desaparecidos a consecuencia de la COVID-19 en ciento cincuenta días, ahora nuestro agradecimiento a Miguel Artola Gallego, por ser maestro indiscutido de los historiadores actuales, y a Carlos Seco Serrano, por acercar el conocimiento histórico a nuestros días. La renovación metodológica de la enseñanza de la historia debe mucho al primero y la incorporación del conocimiento histórico hasta el presente al segundo.
De ambos podemos aprender para las clases de Historia y de Religión a practicar una enseñanza no memorística y llevarla hasta nuestro presente. Textos fundamentales para la historia (Revista de Occidente de 1968 y numerosas ediciones en Alianza) ha sido uno de los best sellers de Miguel Artola Gallego, “su mayor éxito editorial”. ¿Cómo supo comprender que esa antología cubría un profundo vacío en la historiografía española? Responde que “eso correspondía a una perspectiva docente […]. La historia memorizada no era el sistema. Había que crear el objeto histórico que se iba a explicar. Este era el planteamiento de los textos, y ese planteamiento me llevó a escribir un índice”.
Un índice que tiene sus orígenes en la Universidad de Salamanca, pues, cuando llegó a ella, los catedráticos de historia veteranos le dijeron: “Nosotros nos reservamos dar clases de historia antigua”. Ahí estaba el prestigio entonces; el catolicismo social o los movimientos religiosos no entraban. “Como yo no sabía nada de micénico y como no podía saberlo, decidí empezar mis clases por los poderes universales. Creé un índice y en el primer curso de enseñanza introduje unos temas que expliqué y comenté con unos textos. Di clases sin proporcionar ninguna referencia al autor y a la fecha de expedición. Solo había que interpretar y contextualizar”.
“Llegó a salir una edición por año; Ortega hijo no comprendía mucho qué era aquello, porque me dijo un día: «Hay que ver qué éxito para una cosa que no son más que recortes»”. ¿Podemos imaginar el resultado de presentar la Iglesia en sus textos? Obviamente, nos referimos no solo a los textos doctrinales o jurídicos; pensemos en el juego que darían también los espirituales o litúrgicos.
Para ello, tendríamos que tener claro un “índice” y atrevernos a experimentar. Ese índice de lo realmente importante, Carlos Seco Serrano lo llevó hasta la Segunda República, incorporándola a la Introducción a la historia de España, inicialmente de Ubieto, Reglá y Jover (Teide, 1963).
En el centro del debate
Posteriormente, se interesó por los aspectos políticos e institucionales del siglo XX, desde Alfonso XIII hasta la Transición. Finalmente, incorporó una sensibilidad hacia cuestiones sociales y culturales, tales como el militarismo y civilismo como ejes interpretativos de nuestra historia o el conservadurismo español. Liberal, en el sentido ético de Gregorio Marañón: “Estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo y no admitir jamás que el fin justifica los medios”, y en tiempos en los que era oficialmente denostado por el discurso oficial del franquismo, contribuyó a poner en el centro del debate historiográfico los siglos XIX y XX.
Heredero de la Institución Libre de Enseñanza, tuvo entre sus maestros al historiador español Jesús Pabón y Suárez de Urbina. Y, entre sus discípulos, a Alfonso Álvarez Bolado, quien nos transmitió su aproximación al catalanismo político “tal como lo definió Cambó, en un célebre discurso en las Cortes: «Ya va siendo hora de que se enteren de que, para nosotros, ser catalán es una manera de ser español». Creo que es una cuestión de integración, no de secesión”. Y para experimentar en nuestras clases, asumir su apuesta por la literatura como expresión de las mentalidades y de la historia religiosa.
La historia memorizada no era el sistema.
Había que crear el objeto histórico que se iba a explicar