Sacerdote periodista
Joaquín Luis Ortega formó parte de una “tropa clerical [que] tuvo su gloria y su corona en la celebración del Vaticano II, […] la oportunidad, la gracia de nuestras vidas”. Aquí se evocará al historiador.
Fue uno de los frutos de la Facultad de Historia Eclesiástica de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma erigida en 1932. La facultad contó con Pedro de Leturia como su primer decano y maestro de historiadores. Conoció y compartió el Colegio Español de Roma con muchos de ellos. Sacerdote y periodista (aggiornado), publica en 1966 “Criterios para una revisión del arte sacro contemporáneo”, y da cuenta (incipiente periodista) del “Primer congreso europeo sobre presentación de la historia religiosa en los textos escolares del nivel medio” en 1970, también en la revista Burgense: Collectanea Scientifica.
Recordado como “servidor de la palabra”, consideraba que “la Iglesia entró en los medios a contrapié”. Él lo hizo en los años setenta. Lo llamó a Madrid José Luis Martín Descalzo para completar el equipo de redacción de la revista Vida Nueva. Aún se recuerda el trío renovador, “simpático y comprometido”, que formaba con Bernardino Martínez Hernando y Antonio Pelayo. Eran parte de una generación de curas periodistas, “única e irrepetible”, formada por Pedro Miguel Lamet, Manuel de Unciti, Manuel Alcalá o José Antonio Carro Celada.
Estuvo presente y activo en la renovación de la historiografía con su participación en la Historia de la Iglesia en España publicada entre 1979 y 1982. Se ocupa en ella del período 1939-1975 cuando apenas se abordaba el siglo xx, eso sí, figurando su trabajo como “Anexo”. Aún no se había producido la renovación en Hispania Sacra impulsada por José Andrés Gallego, ni habían aparecido las revistas XX Siglos (1990), de su amigo Juan María Laboa, ni el Anuario de historia de la Iglesia (1992), de la Universidad de Navarra.
Desde 1985 y llamado por el obispo Fernando Sebastián, secretario general de la Conferencia Episcopal Española, afronta una nueva etapa de cinco años como portavoz y vicesecretario para la información de la conferencia. Supo mantener un difícil equilibrio entre el cargo de portavoz y su libertad personal. Como cuando, tras afirmar que no tenía nada que comentar como portavoz, a propósito de la destitución de un compañero de la generación citada, declaró: “Puedo decir que hoy no ha sido el día más feliz de mi vida”.
Supo mantener un difícil equilibrio entre el cargo de portavoz
y su libertad personal
Proyecto Flórez 2000
Dejó el cargo en 1990 y pasó a dirigir hasta su jubilación la prestigiosa Biblioteca de Autores Cristianos. El proyecto Flórez 2000, de historia de las diócesis españolas, fue concebido y realizado en esta etapa. Su finalidad era ofrecer a la cultura española una síntesis de la historia de la Iglesia católica en España a través de sus Iglesias locales. Se inició en 1995 y lo desarrollaron más de dos centenares de historiadores, archiveros y especialistas en diversas disciplinas, docentes en universidades de la Iglesia o del Estado. Flórez 2000 es una obra ingente y que continuaba su compromiso con la renovación historiográfica. Programada en veinticuatro volúmenes, se han publicado ya catorce. Sigue una línea eclesiológica genético-narrativa y recoge los resultados de la historiografía eclesiástica y de las colecciones documentales diocesanas. El relato histórico se centra en los temas relativos a las diócesis, sus obispos, las instituciones (lo intraeclesiástico), sin excluir la vida y piedad del pueblo, la cultura y el arte. Joaquín Luis Ortega enseñó también en la Universidad Pontificia Comillas.
Se ha señalado la casi coincidencia en la muerte con José Jiménez Lozano, dos personas que a mediados de los años ochenta se implicaron en el proyecto Las Edades del Hombre. Su creador, el sacerdote vallisoletano José Velicia, no solo hizo una apuesta por el rico patrimonio de las diócesis de Castilla y León; la hizo al servicio de la sociedad, la cultura y la evangelización, y se apoyó para ello en estos dos periodistas. Joaquín Luis Ortega había comenzado, a finales de los años sesenta, como el primer director de Radio Popular de Burgos. Allí murió.