Los medios se llenaron de noticias, reportajes e iniciativas. La concejala de Educación, Empleo e Igualdad del Ayuntamiento de Granada, que es donde vivo y hago ciencia, afirmó que “este día es una nueva oportunidad para recordar el importante papel que las mujeres y las niñas desempeñan en la comunidad científica, aportando nuevas perspectivas, talento y creatividad”. Y, claro, venga a conocer mujeres pioneras en el estudio del zooplancton; de los sistemas complejos de la física; de la teoría de las probabilidades; etc. ¿Qué diré? Pues que me parece muy bien, y que lo entiendo porque la Conferencia de Rectores de la Universidad Española está preocupada por el descenso del área STEM. Pero, claro, teniendo en cuenta la batalla que tenemos que plantear constantemente las mujeres científicas del ámbito de las humanidades, no solo para conseguir financiación, apoyo o visibilidad para nuestros proyectos, sino para que se nos considere científicas, pues, claro, se me queda corta la celebración. Y es que hemos llegado a un punto en el que las ciencias aplicadas han conseguido fagocitar el concepto “ciencia”, hasta el punto de que quienes nos dedicamos a las humanidades estamos compitiendo en una situación de clara desventaja, incluso en nuestras propias universidades.
Pero, ojo; nosotros también lidiamos con los sistemas complejos, por ejemplo, de las lenguas antiguas del POA (hebreo, arameo, acadio, amorreo, etc.); del zooplancton que son en filosofía las claves de una argumentación; de las redes que tejen los sistemas comunicativos de las lenguas; de la aleación, no de metales, sino de palabras, en el uso de los géneros literarios; de la matemática estética que hace que un poema suene bien. Y, así, podría seguir. ¿Alguno de los lectores de este artículo conoce de la existencia del documental: Mujeres hebraístas, mujeres de Sefarad. Retos para el siglo XXI”? ¡A ver, que están ahí una batería de mujeres increíbles, muchas de ellas, por cierto, miembros del CSI! Y ¡cómo hablan de sus maestros y maestras!
Y es que, claro está, lo aplicado tiene muy fácil medición, como el paro, el IPC, la inflación. Pero la construcción lógica del pensamiento; la reflexión crítica de la historia, la literatura o la teología; la belleza de un texto o de una composición artística; la traducción lingüística; la lectura. ¿Cómo “miden” su valor? Da igual que todos estos elementos propios de las humanidades sean decisivos para ponderar si una hipótesis científica está bien construida; si, de hecho, resulta innovadora; si se ha comunicado de forma inteligible; si es útil o versátil en cualquier contexto cultural. Eso, no sé, como que se da por hecho; sin embargo, es algo absolutamente esencial para que lo “aplicado” pueda, de hecho, aplicarse; llevarse a la práctica. Así que, aquí estamos las mujeres científicas dedicadas a las humanidades sin nuestro día; sin que ministerio alguno se preocupe por visibilizar y reconocer nuestro trabajo y, de paso, el de nuestros compañeros, que sufren esta discriminación de forma muy parecida.
Es solo eso
Queridos maestros y maestras que, además, estáis lidiando con una muy especial rama de las humanidades: ¡haced valer las humanidades! Ojo, que no creo que no lo estéis haciendo. Lo que digo es que ¿por qué no proponéis en vuestros centros dedicar un día a todas las mujeres científicas? Tenéis un buen abanico de colegas que hacen ciencia, aunque no sea aplicada, y podéis reforzar vuestros vínculos. Que reivindicar la condición científica de nuestra rama de conocimiento no ha de hacerse en contra de otra. Es “solo” ampliar el campo de visión; es “solo” dar oportunidad a las inquietudes de muchos de los que tenéis en clase; es “solo” evitar su fracaso en la universidad a medio plazo. Es “solo” democratizar la investigación, la lectura, el pensamiento, la meditación, la contemplación. Es “solo” eso. En estos días en los que la sombra de la guerra se aproxima cada vez más a la cuenca del Mediterráneo, las humanidades “solo” nos permiten examinar lo que está pasando; contarlo de modo inteligible; y rezarlo para que no se haga realidad.
Es “solo” democratizar la investigación, la lectura, el pensamiento, la meditación, la contemplación