Educación axiológica
Educar en valores no significa imponer, sino más bien proponer. Cuando una persona descubre un valor, se adhiere al mismo, lo hace suyo, y pasa a formar parte de su experiencia personal.
Educar es una acción intencional que se realiza para ayudar a otro ser humano a sacar lo mejor de sí mismo. Educar en los valores no significa imponer, sino más bien proponer, mostrar diferentes caminos y opciones para que cada uno vea cuáles son los mejores para él a título personal. Educar es, en este sentido, ayudar a desarrollar la capacidad de elección. Los valores no se enseñan; se viven.
Educar en los valores significa liberar las fuerzas existentes en la persona, despertar su capacidad de elegir libremente opciones. Requiere de un ambiente donde la persona pueda expresarse tal como es, donde se sepa acogida por lo que es, no por lo que hace o deja de hacer. En definitiva, educar es ayudarle a descubrir los valores que vive, a analizarlos, a criticarlos, a contrastarlos hasta que lleguen a ser verdaderamente suyos.
La educación en valores favorece el desarrollo del pensamiento, la capacidad para el análisis crítico y, al mismo tiempo, la afectividad. Nuestras decisiones y acciones no están guiadas exclusivamente por la mente, sino también ponemos el corazón en lo que hacemos.
Hablamos de valores cuando hacemos referencia a pensamientos o ideas que conducen a la persona a actuar y a relacionarse con los demás. Han sido asumidos por la voluntad propia y constituyen una pauta que orienta la vida del individuo dando sentido a cualquier decisión. Según esto, los valores deben ser la base sobre la que se constituirá la personalidad del niño, llegando él a organizarlos y estructurarlos según sus prioridades, con lo que cada individuo, a partir de una cierta edad, determinará su propia escala. Cuando hablamos de valores, hacemos referencia a aquellas ideas, innegociables, que constituyen la base por la que la persona actuará autónomamente, ante cualquier situación, de forma positiva, adecuada y válida.
El ser humano es un ser perfectible. La adquisición de un sistema de valores completo y ético no se alcanza generalmente hasta después de la adolescencia y con dificultades, pues hace falta trabajar sobre uno mismo, desarrollar capacidades, dominar habilidades intelectivas y tener el valor de decidirse por uno u otro valor cuando se presentan varios, igualmente buenos, igualmente provechosos, y entran en confrontación.
El ser humano, por ser inteligente, es capaz de valorar las cosas y guiarse por lo que tienen de ideal. De esta forma, desarrolla unas actitudes o modos de ser ante los valores. Su conducta se define por el conjunto de actitudes, que se convierten en hábitos y que constituyen la virtud.
Educar en los valores significa liberar las fuerzas existentes en la persona
Captación de los valores
Para llevar a buen término una educación en valores, hay que descubrir los valores latentes en una persona o en una organización. La captación de un valor parte de un proceso de percepción. La percepción del sentido o significado requiere una capacidad de lectura de la realidad y del propio interior. Las situaciones que vivimos en la sociedad o en la organización son signos a los que hay que dar respuesta y esta respuesta surge de dentro.
Cuando una persona descubre un valor, se adhiere al mismo, lo hace suyo, y pasa a formar parte de su experiencia personal. Desde este instante, encuentra en el valor algunas de las razones de su existencia y, por tanto, se compromete a actuar de acuerdo con sus directrices. El valor vivido se transmite, se comunica a los demás, porque lo que hemos descubierto como alguno bueno para nosotros, lo queremos también para los demás. Cuando comunicamos valores, nos comunicamos nosotros mismos, compartimos una parte de nuestra identidad personal. Educar en valores consiste, especialmente, en desvelar, suscitar, sugerir, verbalizar y contagiar los valores que se entienden y se viven de forma relacional, en una constante y fecunda tensión creadora entre las realidades subjetivas y objetivas.