Decíamos ayer
Hacía casi dos años que no gozaba de la reconfortante presencia física de alumnos. Pero ha sido ponerme ante ellos y aparecer ese poderoso misterio vivificador que envuelve y dinamiza todo. Un “decíamos ayer” redivivo. Eran una veintena de profesores, haciendo un curso, deseosos de profundizar en la primera de las competencias específicas del proyecto de nuevo currículo de Religión. Hemos abordado la dignidad de la persona a dúo con otra de las competencias específicas, la interacción con el patrimonio cultural. La trompeta de Louis Armstrong ha rasgado el aire inundando el aula (y buena parte del CTIF) de la alegría, luz y esperanza del Apocalipsis, que acabamos de celebrar en Todos los Santos. Es un privilegio contemplar cómo jóvenes profesores se van adentrando, al son de la trompeta, en la danza de un patrimonio, casi insultante en su riqueza, que rebosa dignidad. Cómo captan su atención “películas o canciones aparentemente simples”. El conocimiento profundo de lo que cuentan, la intensidad emocional con que lo transmiten, “me hace sentir que debo formarme más”. El alumno siempre apunta caminos para ser profesor de Religión. Había entre ellos un “gentil”; él no era profesor de Religión. Y quiso al despedirse regalarme unas líneas. “Estimado José María, te agradezco estas horas de formación. Me parece que tienes un método de enseñanza estupendo aplicable a cualquier materia. Me ha encantado este viaje aparentemente zigzagueante pero en realidad con un rumbo claro. La cantidad de estímulos y senderos que has dejado abiertos me parece increíble. Estas dos tardes han sido todo un deleite. El bagaje cultural que posees lo utilizas y lo dosificas perfectamente. Si después consideramos el contenido hacia el que apuntas, la combinación resulta verdaderamente enriquecedora y entretenida. Repetiría encantado”. Gracias, pero que no te oigan en el Ministerio lo de repetir.