Hermandades del trabajo
Madrid, 1947. A la luz de una farola, en Fuencarral, nacen las Hermandades del Trabajo (HHT). Ni local, ni medios. Solo unos laicos trabajadores movidos a la lucha por el puesto de honor que les corresponde a los trabajadores, nacido de su dignidad y encarnado en derechos. Se sienten llamados y enviados por Cristo trabajador a sembrar hermandad en sus ambientes de trabajo. En HHT, hombres y mujeres comparten en pareja siempre todos los cargos. En los difíciles años de posguerra en España, promueven la construcción de viviendas, residencias de mar y de montaña para vacaciones de trabajadores, colonias infantiles, economatos, etc. Todo se hace poco. Me cabe el honor de haber colaborado durante décadas en una de sus obras cuidada con más mimo: su “Escuela Juan XXIII”. En ella se ofrece la oportunidad de formarse en la cultura de que todo trabajo solo tiene sentido cuando se pone al servicio del bien común. A ella asistía, como alumno, Abundio García Román, fundador de este movimiento apostólico y social. Siendo director de un colegio en Entrevías (1931-1934), barrio marginal de Madrid, siente la urgente llamada a remediar la ignorancia y prejuicios inducidos, mostrando a un Jesús amigo de los trabajadores. Encarcelado (1936) por el delito de ser sacerdote, escapa de la muerte refugiándose en la Legación de Noruega hasta terminar la guerra (1939). Con un año de diferencia, ha coincidido el setenta y cinco aniversario de la fundación de las HHT y la Declaración Universal de Derechos Humanos. En su artículo primero, dice que todos los seres humanos “deben comportarse fraternalmente”. La hermandad, fuente de la dignidad, es fundamento de libertad e igualdad en diversidad. ¡Qué gozo y qué riqueza haber vivido ser profesor de Religión como camino de “La Iglesia en la educación”!