Seis competencias, seis
Invitación a adquirir una mirada de conjunto, armónica y complementaria, de las seis competencias específicas del nuevo currículo de Religión
Frente a una mirada curricular basada en el conjunto de contenidos que tenemos que enseñar, el modelo competencial nos ofrece la posibilidad de cambiar la perspectiva: ya no se trata de la materia que “tengo que dar”, sino de los ámbitos personales que deseo desarrollar. Esto no relativiza en absoluto los contenidos (no se pueden desarrollar las competencias sin contenidos), pero los resitúa, porque los enmarca en una visión más global dotándolos de sentido. El sentido de los contenidos no brota de la propia dinámica del mismo saber, sea este del área que sea, sino de su adecuación a la adquisición de determinada competencia. De ahí la importancia de integrar bien el mapa de las competencias de cada una de las áreas. En el caso del área de Religión, se nos presentan seis competencias específicas. Creo que la primera tarea del profesorado debería ser captar bien los seis ámbitos sobre los que se propone actuar educativamente: el proyecto personal de vida, la persona como ser en relación, el compromiso social, la dimensión cultural, la dimensión espiritual y la comprensión profunda de la fe cristiana. No se trata de compartimentos estancos, sino de ámbitos del desarrollo personal en constante interacción y relación. En lugar de plantearnos como profesores de Religión qué tiene que saber de Biblia, de moral o de eclesiología, ahora nos preguntamos cómo estoy incidiendo, con lo que enseño, en el desarrollo de esos seis ámbitos de la vida de mis alumnos. Me parece un cambio de perspectiva muy interesante y enriquecedor con el que deberíamos comprometernos de verdad.
Una de las novedades que presenta esta mirada, y que me resulta crucial, es la introducción del ámbito de la dimensión espiritual como uno de los lugares personales privilegiados sobre los que debemos actuar los profesores de Religión de manera decidida. Mi experiencia como profesor de Filosofía y de Religión en Bachiller, así como la animación de propuestas pastorales para estas edades, corrobora de manera radical la necesidad de que incluyamos la educación de la dimensión espiritual. La tesis que vengo defendiendo desde hace tiempo se podría definir así: arrumbado el andamiaje cristiano que permitía una mínima elaboración de creencias y prácticas espirituales, nuestros jóvenes viven las necesidades que emanan de su dimensión espiritual completamente a la intemperie a merced de cualquier propuesta interesada en este terreno. La pregunta que nos tenemos que hacer es esta: ¿cuál es la fuente de las creencias espirituales de nuestros alumnos? ¿Quién se las proporciona? Las encuestas del sentir y vivir de la juventud en España lo vienen corroborando de manera insistente. Creo que es una realidad que no podemos ignorar. Aquí, en el terreno de la dimensión espiritual, encontramos, sin duda, una de las grandes responsabilidades del área de Religión. Mientras nosotros andamos preocupados por si nuestros alumnos saben o no saben determinados contenidos, ellos alimentan la fantasía de sus creencias en series de televisión, películas o mundos de ciencia ficción. Por eso, propongo tres criterios que nos pueden servir a la hora de seleccionar los contenidos más adecuados: conectar, esencializar y culminar. Conectar con el resto de las áreas, especialmente con sociales, localizar los contenidos más esenciales, a poder ser en torno a relatos bíblicos, y culminar el desarrollo de la dimensión espiritual por medio del riquísimo universo espiritual de la fe cristiana.
¿Cuál es la fuente de las creencias de nuestros alumnos? ¿Quién se las proporciona?
En cualquier caso, parece fundamental potenciar en la programación la contaminación mutua de las seis competencias básicas. La tres sin la dos se queda reducida a voluntarismo cuando la verdad de nuestra existencia como seres humanos es que no podemos vivir sin el otro. La cinco sin la tres puede caer en un espiritualismo desencarnado. La uno sin la tres puede producir un estilo de vida absolutamente individualista pensado exclusivamente para la satisfacción de mis intereses. La seis sin la cuatro corre el peligro de encerrar la formulación de la fe en un discurso autorreferencial sin significatividad alguna.
Revista RyE N.º 361 Junio-Julio 2022