Desde el diecinueve de enero, la LOMCE ha quedado atrás. La LOMLOE ya es el marco legal por el que habrá de regirse la educación los próximos años. En lo que queda de este curso escolar seremos testigos de su desarrollo normativo, estatal y autonómico. Habrá que estar atentos. Será en los decretos de enseñanzas mínimas en donde quedarán resueltas las dudas que todavía están abiertas sobre el encaje de la asignatura de Religión en cada una de las etapas.
Es evidente, especialmente para quienes hayan seguido el foro convocado por el Ministerio, que la necesidad de abordar una profunda reforma del currículo es uno de los grandes retos a los que se enfrenta el sistema educativo. También la asignatura de Religión. Inesperadamente, cuando cerrábamos este número, recibíamos el programa en el que se recoge una importante, valiosa y novedosa iniciativa de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura de la Conferencia Episcopal Española. La propuesta de iniciar un proceso participativo en el que se revisen las fuentes del currículo, como un previo imprescindible para elaborar el currículo de la asignatura de Religión, nos parece una de las mejores noticias para la asignatura de Religión de los últimos años. Desde Religión y escuela, la acogemos con el mismo reconocimiento que tuvimos ante la iniciativa de la Comisión de proponer al Ministerio, allá por julio, un nuevo marco para la enseñanza religiosa escolar y la encuadramos como un signo más de la adhesión de la Conferencia Episcopal Española a la invitación del papa Francisco de construir, con la participación de todos, un pacto educativo global.
Ciertamente, volver a las fuentes (epistemológica, sociológica, pedagógica y psicológica), como nutrientes, es necesario para repensar el currículo. Potenciar la participación de los profesores es la mejor manera de encauzar esas fuentes para que den vida. Gracias por la iniciativa.