LAS LÁGRIMAS RESUCITADAS. La fuerza del relato de la Pasión
El 18 de abril de 2022, día de Pascua de Resurrección, Irene Vallejo, en su columna “El atlas de pandora” de El País Semanal, nos regaló el artículo “La balada del gallo triste”, con el que creemos que merece la pena trabajar desde la clase de Religión y también desde otras áreas.
Para poder tener acceso al artículo, lo reproducimos íntegramente. Solo partimos algunos párrafos y destacamos algunas negritas. Y, para trabajar mejor con él, sugerimos aquí algunas pautas de lectura y de trabajo:
- Leemos el artículo. ¿De qué creemos que va? ¿Qué nos quiere decir?
- Para ello, tenemos en cuenta el primer párrafo (“Pocos apoyan a quien está acorralado y en posición frágil “) y el último (“Ante un rostro que sufre —un acoso, una agresión, una guerra—, no caben la traición ni la ecuánime distancia del espectador… La valentía es difícil”).
- Y nos centramos en cómo lo desarrolla: hace un lectura del relato de la pasión presentando la actitud de tres personajes: Judas, Pilato y Pedro…
- Acudimos al evangelio (de Marcos, por ejemplo) para ver que se dice de esos tres personajes: Judas: Mc14,43-50; Pilato: Mc 15,1-15; Pedro: Mc 14,26-31.66-72.. Y vemos la versión que da la autora y la lectura que hace. Quizá haya que ver los relatos paralelos para descubrir algunos rasgos no citados por Marcos.
- “Una imagen inusual en la literatura antigua: un hombre corriente llora”. En el párrafo siguiente cita a tres personajes y dos autores. Buena ocasión para verlos desde el área de Lengua y Literatura.
- Y véase la lectura que hace del relato de Pedro: “Resulta revolucionario que (…) el narrador dirija su mirada compasiva hacia un pobre hombre angustiado”.
- Y cita, para confirmarlo, un aria de Bach (verlo desde Música), que “convierte la pena del viejo pescador en un dolor universal”. Téngase en cuenta las tres concreciones que hace a continuación. Y podemos buscar más.
- Y acude a Pasolini y su magistral película El evangelio según san Mateo, sobre la que podemos investigar algo (cuándo la hizo, cómo, por qué…). La autora resume: “Algunos de los ojos (de los actores) que se asoman a la pantalla presenciaron el horror. Sus miradas acompañan al inocente ajusticiado, tal vez con el recuerdo de aquel dolor y aquella soledad”.
- “La partida que se juega en momentos históricos decisivos empieza en el patio del colegio.” Desarrollamos esta frase… teniendo en cuenta lo que sucede en nuestro centro educativo.
- Tenemos en cuenta el título. ¿A qué se refiere? La última frase da una explicación contundente y es un auténtico cierre categorial: “Hay que ser muy fuertes para amparar al débil antes de que empiece a sonar la balada del gallo triste”. ¿Quiénes son así de fuertes en nuestro mundo actual?
La balada del gallo triste Para ti, la soledad es un patio de colegio. En los recreos se ensayan las dinámicas de la tribu: los juegos de la crueldad. La rebeldía es muy popular, pero casi todos obedecen sumisamente la autoridad de los líderes y los matones: no hay transgresores capaces de defender a la chica marginada. Del acoso recuerdas todos los silencios que encubrían las agresiones. Así aprendiste que pocos apoyan a quien está acorralado y en posición frágil. Porque resulta ventajoso estar del lado de los fuertes. Por indiferencia. Por miedo. En las historias aprendemos a resonar con el dolor de los demás. Admiramos a quien alza la voz frente al violento, pero ese coraje tiene un alto coste. En el relato evangélico de la pasión, alrededor de un inocente injustamente atacado, se describe un retablo de reacciones huidizas: la seducción del poder, la comodidad del espectador neutral, el temor a las represalias. Judas es el seguidor desleal que pone precio a su traición: “¿Qué me daréis si os lo entrego?”, ofrece a los sumos sacerdotes, y negocia la recompensa. Por su parte, el prefecto Pilato cree que el reo merece ser absuelto —”no encuentro culpa en él”—, pero nada hace por protegerlo. Con el gesto de lavarse las manos, el gobernador romano abandona a la víctima y se exime de culpa: “Inocente soy de la sangre de este justo”. El episodio más conmovedor atañe a Pedro, apóstol convencido de defender a Jesús hasta el final: “Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré”. Cuando apresan al maestro, Pedro sigue de lejos al grupo, fiel a su compromiso de lealtad, pero una criada lo reconoce: “Tú estabas con el galileo”. Entonces falla a su amigo: “No sé de qué hablas”. Dos veces más: “No conozco a ese hombre”. Amanece y Pedro recuerda las palabras de Jesús en la última cena: “Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces”. Avergonzado, escapa. La escena culmina con una imagen inusual en la literatura antigua: un hombre corriente llora. Desde los antiguos mitos existían jerarquías en la pena; llora Aquiles, llora Ulises, llora Eneas. El dolor de los héroes, reyes o grandes guerreros merecía respeto. La tragedia, como escribió Aristóteles, se ocupaba de nobles, mientras la comedia retrataba las vidas de personajes “de baja estofa”. Los dramas y preocupaciones del vulgo se abordaban en clave humorística. Los habitantes de las obras teatrales de Aristófanes son tipos marrulleros y endeudados que salen adelante trampeando, campesinos hartos de guerras, embaucadores diversos o amas de casa que se declaran en huelga de sexo. Divertidos y ridículos. Por eso resulta revolucionario que, en la encrucijada de un conflicto protagonizado por un mesías, autoridades romanas y altos sacerdotes, el narrador dirija su mirada compasiva hacia un pobre hombre angustiado. En el aria ‘Erbarme dich’ de su Pasión según san Mateo, Bach convierte la pena del viejo pescador en un dolor universal: quién no ha defraudado a un ser amado por cobardía, quién no ha hecho promesas y luego no ha estado a la altura, quién no se arrepiente de traicionarse a sí mismo. En su personal versión cinematográfica del evangelio, Pasolini se alejó de las estampas grandilocuentes y recuperó esa sencillez originaria, tan moderna: contrató actores no profesionales, muchos de ellos pescadores, y ennobleció sus rostros cotidianos, extraordinarios en su fascinante naturalidad. Rodó la película en Matera, localidad costera que 20 años antes se había levantado contra la invasión nazi, sufriendo una terrible matanza. Algunos de los ojos que se asoman a la pantalla presenciaron el horror. Sus miradas acompañan al inocente ajusticiado, tal vez con el recuerdo de aquel dolor y aquella soledad. La partida que se juega en momentos históricos decisivos empieza en el patio del colegio. El recreo es el ensayo general de nuestra forma de estar en el mundo. Proclamamos que, ante un rostro que sufre —un acoso, una agresión, una guerra—, no caben la traición ni la ecuánime distancia del espectador que contempla el naufragio. Pero la valentía es difícil: hay que ser muy fuertes para amparar al débil antes de que empiece a sonar la balada del gallo triste. Irene Vallejo El País Semanal, 16 de abril de 2022 |