Conversemos de educación
“Con sencillez, sin más protocolo, Religión y escuela saluda a la prensa en general, más efusivamente a las revistas de los profesionales de la educación y la enseñanza, y cordialmente a los educadores en la fe, a los profesores de Religión. Nos movemos desde la fe, nos preocupa la escuela, nos ocupa la enseñanza de la religión”. Con estas palabras, se presentaba en sociedad hace cuatro décadas, en enero de 1983, Religión y escuela, revista que, de la mano de la editorial PPC, venía a cubrir la especificidad de la enseñanza religiosa en la escuela.
En todo este tiempo, la publicación ha realizado un acompañamiento constante a la clase de Religión y a su profesorado, con propuestas, formación, pensamiento, adaptándose a las necesidades educativas de cada momento y reconfigurándose con las sucesivas leyes educativas, hasta ganarse, por derecho propio, el lugar de referencia que ocupa dentro la enseñanza religiosa escolar. En enero de este 2023, se cumplieron cuarenta años de esas palabras que encabezaban aquel primer número. Estamos, por tanto, de celebración.
Con motivo de este aniversario, se celebró el jueves dieciséis de febrero, a partir de las 18:30 en el espacio O_Lumen de Madrid, un encuentro conversado entre los directores de las tres de las cabeceras más importantes de la educación en el país: Carmen Pellicer, directora de la revista Cuadernos de Pedagogía; José María Moya, director del periódico Magisterio; y Antonio Roura, director de Religión y escuela. La intervención estuvo moderada en todo momento por Carlos Esteban, director del Observatorio de la Religión en la Escuela. El coloquio, que partía bajo la premisa de “Educación y comunicación”, abrió un fecundo espacio de diálogo para tratar temas claves en la educación del momento.
¿Cuál es el estado de nuestra educación?
Comenzando con un acercamiento a la concepción de la educación, y a los problemas y retos a los que esta se enfrenta, los tres participantes mostraron su preocupación ante la situación actual. Pellicer subrayó que, a pesar de la tradición humanista de nuestra escuela, que busca más que cualquier otro modelo una ecología integral, “hay una fuerte ideologización del debate educativo, que es muy revanchista en ambos lados del debate”. Esto, añadido a la crisis de gobernanza del sistema, impide que la “reflexión técnica realmente se involucre en procesos de mejora eficaz”.
Moya, por su parte, añadió que “todo parece que está orientado a formar una masa productiva, a formar empleados dóciles”. Ante esta situación, consideró que hay que hacer una campaña por reubicar las asignaturas vinculadas a las humanidades (historia, literatura, filosofía, religión), ya que, como dijo: “No hay que salvar las humanidades, son las humanidades las que nos van a salvar a nosotros”.
Estas dos intervenciones se completaron en este punto con la aportación de Antonio Roura, quien quiso poner el foco en el bloqueo del cambio de época que estamos sufriendo todos. También la educación, que, como señaló, “está perpleja porque nos cuesta saber hacia qué futuro tenemos que llevar a nuestros alumnos”. Precisamente, en uno de los anteriores números de la revista, hablábamos del aumento de la tasa de suicidios entre los jóvenes y en los problemas de salud mental en el mundo escolar, que, a pesar de los indicios y las señales que estos datos nos dejan ver, se sigue sin incorporar correctamente a la sanidad pública. Y “los efectos que está teniendo este momento difícilmente lo resuelve una decisión estratégica o política: el problema tiene muchísimo calado”, recordó Antonio. “Es importante recuperar las grandes certezas que construyen lo humano”, concluía.
La asignatura y el profesorado de Religión
En cuanto al papel de lo religioso en la educación, Antonio Roura defendió que, como se viene planteando en la revista y en varias publicaciones asociadas a ella, “la perspectiva escolar que asume la diversidad religiosa y que es respetuosa con la identidad cultural y religiosa de los alumnos es una escuela mucho mejor. Pensar que una escuela es mejor porque ignora la diversidad o porque ignora la importancia que tiene la dimensión religiosa en el individuo me parece sorprendente. Es como querer negar que somos lo que somos”. Eso sí, siempre sabiendo, en el ágora pública, “integrar esa vivencia, esa dimensión en un discurso de ciudadanía y de respeto, y eso también se educa en la escuela”, añadió.
En este sentido, y como profesora de Religión también, Carmen Pellicer resaltó el papel del desarrollo de la dimensión espiritual del ser humano, que debe ser de obligado desarrollo en cualquier escuela. Como sostuvo, “si no se educa explícitamente, se deseduca implícitamente. La dimensión de sentido, la capacidad de conocerse por dentro, la interiorización, la construcción de un sistema de valores y creencias sobre aspectos fundamentales de la vida, la respuesta o el afrontamiento a la muerte, al dolor y a las preguntas de sentido, al misterio de la vida: todo esto es algo inherente que se educa, por omisión o por acción explícita”.
Por su parte, Moya amplió las aportaciones al encaje del hecho religioso en la escuela incidiendo también en la aportación de este tipo de enseñanza a la “formación integral, que abarque la parte académica, la dimensión humana y la dimensión espiritual, en términos de libertad, pero de un modo natural”. En este punto, también quiso vincular el hecho religioso a la aportación previa sobre la salud mental, ya que muchos jóvenes sufren también una pérdida de sentido, “y no cabe duda de que las humanidades aportan respuestas, la filosofía, historia, literatura y, cómo no, la religión”.
Vinculado a este tema, se profundizó también en el encaje en el sistema educativo español del profesorado, en general, y de Religión, en particular. A este respecto, tanto José María Moya como Pellicer mencionaron la posibilidad de un MIR educativo y un proceso de selección mucho más exigente, propuestas que ya tuvieron su planteamiento en el Libro blanco de la profesión docente, de Carmen Pellicer. Roura, aplicado a la clase de Religión, reivindicó la normalidad de la figura de su profesorado y pidió un cambio en el statu quo actual, para normalizar su situación: “Tiene que ser uno más en el acceso, en la formación, en la participación; no puede ser un aliado de una potencia extranjera en el claustro: tiene que ser una persona que acceda como los demás. Es verdad que con una especificidad, pero profesor como los demás”.
Un diálogo abierto
Tras la charla, el evento concluyó con un momento de conversación abierta entre todos los asistentes y los ponentes, que pudieron enriquecer sus miras conjuntamente, con diferentes opiniones, contrastes e ideas.
Asimismo, el celebrado en el espacio O_Lumen de Madrid (que quedará resubido en este enlace: www.youtube.com/watch?v=8mlXfAhUrn4) es solo uno de los coloquios que tendrán lugar a lo largo del año 2023, por los cuarenta años de Religión y escuela, al que le sucederán otros con la intención de profundizar en más claves educativas y, sobre todo, en los retos a los que se enfrenta la educación del siglo xxi. La información de futuros eventos se irá compartiendo en las redes y en la web de la revista (www.religionyescuela.com), así como en el formato papel.