Educar desde un plan
Publicado en la revista en papel. Nº 337. Febrero de 2020
Toda la comunidad educativa se haya inmersa en un proceso de transformación profunda de la acción educativa. Esta plena modernidad que vivimos, su pluralidad, multiculturalidad, interrelacionalidad e interdisciplinariedad, nos obliga a plantearnos de nuevo cuál es el objetivo de la educación. Muchos, como John Dewey y Paulo Freire, creemos que el “conocimiento” emana de las experiencias vitales y lo ponemos en funcionamiento con metodologías participativas que se adaptan a las formas culturales de las generaciones actuales. Sin embargo, ¿es suficiente un buen planteamiento metodológico para transformar la educación a un contexto plural y multidireccional? ¿Es suficiente dotar de cierto nivel de tecnicismo pedagógico o habilidades personales para celebrar la consecución de una buena educación?
Para Dewey (Democracia y educación, 1917), el conocimiento está en movimiento, es interrelacional, pero, a la vez, es reflexivo, pues construye sujetos sociales encarnados en una realidad que inciden conscientemente en los cambios sociales en beneficio de una cultura mejor. Para Freire (Pedagogía del oprimido, 1970), en esas relaciones se producen tensiones entre teoría y práctica que no pueden ser solucionadas por buenas metodologías, sino que solo pueden ser asumidas desde un plan vital para el ser humano. Ese plan, en ambos autores, tiene como fin la construcción de un ser abierto a los demás y a la sociedad, capaz de poner al servicio de la justicia y la convivencia todo su conocimiento y acción.
¿Tenemos un plan educativo que dote de sentido la vida de nuestros alumnos? ¿Tenemos un plan educativo tecnicista o un plan existencial que responda a la justicia social? ¿Es nuestro objetivo educativo acompañar personas para que crezcan en justicia, diálogo y compasión? Por favor, lean a Dewey y a Freire, hoy más actuales que nunca.