Escolaridad difícil
Publicado en el número 343 de la versión en papel. Octubre de 2020
Difícil va a ser educar en el mismo escenario físico bajo condiciones tan diferentes de las de otros cursos: grupos-burbuja estancos, mascarillas, aislamiento recíproco, prohibición de abrazarse, de tocarse, de compartir cosas, estricta higiene en todo. La situación, encima, está plagada de incógnitas, cuando las medidas preventivas, por otra parte, insuficientes, llegan improvisadas a última hora. Comoquiera que sea el comienzo escolar en una ciudad, en un centro, no se sabe cómo puede cambiar en un mes, en una semana. Contenido obligado de la educación moral habrá de ser el respeto a las normas que previenen del contagio.
A los más pequeños, se les tendrá que enseñarles a no abrazar a los abuelos: la mejor forma de mostrarles cariño es no tocarlos. A los adolescentes, será recordarles a tiempo y a destiempo: que no se hagan los valientes a cara descubierta, que no le pierdan el respeto al virus, que también ellos están expuestos a una infección con posibles secuelas de por vida, que en algún momento podrían estar afectados (aun sin tener síntomas), que se sientan siempre responsables para no transmitirlo en modo alguno. A todos ellos, en toda edad, habrá que educarlos en la aceptación de la incertidumbre. Solo tardíamente en la vida suele llegar a aprenderse lo incierto de las circunstancias. Esta vez, sin embargo, todos hemos debido de aprenderlo de sopetón el pasado marzo. También los alumnos lo han aprendido; han demostrado responsable madurez en los meses de reclusión. Hay que reflexionar sobre esa experiencia: cómo la han vivido ellos y ver qué lecciones se extraen de ella. Entre esas lecciones, está la necesidad de estar preparados, flexiblemente dispuestos, a pechar con posibles sustos y también a disfrutar con buenas sorpresas de la vida.