Futurear
“Siempre mañana y nunca mañanamos”, repitió Rosales lo escrito por Tomé de Burguillos (o, más bien, Lope de Vega). “Pues cánsate el poeta de la dilación de su esperanza. ¡Tanto mañana, y nunca ser mañana!”.
El papa Francisco ha convocado a todos en Roma para reconstruir el pacto educativo global: “Un encuentro para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación”. ¿Se ha cansado el Papa de la dilación de la esperanza? Atravesados como estamos por tanto “malestar”, ¿no habrá llegado la hora de volver a ponerse manos a la obra?
José Laguna, en un fresco y libre libro, sueña con escuelas que “futurean”: Escuelas que “futurean”. La escuela católica y el pacto educativo global del papa Francisco. Encontró la palabra que Jorge Mario Bergoglio quizá ya había pensado, quizá la adopte. La escuela católica tiene algo que decir para mañanar. ¿Sirve la escuela católica para construir el futuro? Para ser católica, tendrá que ser política con un ojo concreto en el más acá y escatológica con el otro ojo más lejos. Laguna dice más adelante que, si tuviese que salvar un solo tuit de todos los que en el mundo han sido, son y serán, sería este lucano: “Al verlo, se compadeció, se acercó a él y le vendó las heridas”.
Hace años, Paul Ricoeur nos enseñó este triple movimiento: hacernos próximos de nuestros socios (compadecernos, acercarnos) y dar una respuesta política, estable (le vendó las heridas, etc.). ¿Y el tercer movimiento? Una vez convertido a nuestro herido en proximus, vuelve a ser socius cuando se despliega la institucionalidad que lo sostiene. Pero nosotros hemos de reciclar continuamente justicia desde caridad, el sostén institucional desde la proximidad: “Se acercó”.
En la tercera parte, Laguna trata de los vínculos que nos ayudan a caminar, a construir (y reconstruir) biografías. La narración teje historias. Penélope escribe su biografía burlando la historia, cada noche desteje la historia oficial y sueña su biografía auténtica, cada noche mañanea su verdad, la vida verdadera. Penélope ha superado su vulnerabilidad y ha sostenido a Telémaco y a Ulises. Penélope sabe lo que es mañanar. Quizá, sea esa la palabra que elija Francisco. Si escoge “futurear”, habrá que decirle que ya tiene “dueño”.
Dos cálices, unas lágrimas
Tras la muerte de Roser Rahola, se celebra una eucaristía en Sarrià (Barcelona). Asisto. Entregan recordatorios, como es usual. En la portada, la imagen de un cáliz. El hijo mayor de ella y de Jaume Vicens Vives nos explica al final el sentido de esa imagen. Es el cáliz de la misa de casamiento en plena Guerra Civil española (de 1936 a 1939). Sabíamos que el rector de entonces en la universidad barcelonesa, el militante de Acció Catalana Republicana, católico y notable prehistoriador, Pere Bosch Gimpera, atestiguó civilmente el enlace del joven profesor católico. Sabíamos que Roser Rahola y Jaume Vicens Vives celebraron aquel agosto matrimonio sacramental bendecido por mosén Sanabre, historiador eclesiástico y amigo. Lo sabíamos, pero que la familia haya querido dejar recuerdo de ese cáliz de bodas y explicarlo contra las infamias tiene una significación que no debe perderse.
Semana más tarde, en la Sagrada Familia de Barcelona, celebramos el acto central del eje juventud del plan pastoral “Sent la creu”. Preside el obispo de la ciudad, concelebra y hace la homilía, impresionante y doloroso, esperanzada y claro testimonio de verdad y de bondad, el obispo de la iglesia de Bangassú al este de la República Centroafricana, misionero comboniano nacido en Córdoba, Juan José Aguirre. En las ofrendas, bello baile y canto coral de la comunidad católica africana de Barcelona, traen un cáliz perforado por una bala. Allí, en Bangassú, cristianos y musulmanes han de defender la vida y han de defenderse de extremistas fanáticos. Las lágrimas de una madre musulmana y una madre católica que lloran a sus hijos en la catedral son iguales, la sangre de sus hijos también tenía el mismo color. Dos cálices, dos guerras. Siempre es mañana, hay esperanza.