Hoponopono
Publicado en el número 337 de la versión en papel. Febrero de 2020
La obra o acción de “misericordia” relativa al perdón tiene otra cara: pedir perdón; y no a Dios solo, lo que puede resultar más fácil, sino a la persona de carne y hueso a la que se ha herido u ofendido. Frente a “sostenerla y no enmendarla” de la vieja hidalguía (ay, honor, cuántos crímenes se han cometido en tu nombre), está el gesto de enmendar, rectificar y enmendarse, y eso empieza por pedir perdón.
“Hoponopono” es una técnica practicada desde hace cinco mil años (así se presume) por los nativos hawaianos. En su faceta social, sirve para resolver problemas y conflictos en la comunidad y, por eso, de suyo, se practica en grupo. En sustancia, consiste en decir, como en un mantra, tres o cuatro palabras breves: “Lo siento, perdóname, gracias, te quiero”. Más allá de (y junto con) su lado social, psicólogos actuales entienden que esa práctica contribuye también a la sanación anímica, mental y emocional, y que tiene efectos beneficiosos incluso en solitario, pronunciando esas palabras para uno mismo. No es superstición o magia entenderlo así. Está bien demostrado que el lenguaje interior positivo contribuye a eliminar pensamientos y sentimientos tóxicos, susceptibles de ser borrados o atenuados gracias a las oportunas autoinstrucciones.
La técnica hoponopono, perfectamente practicable en el aula, con el maestro como chamán, mediador o terapeuta, servirá para reducir o aliviar conflictos. En ella, encontrará perfecto acomodo tanto perdonar como pedir perdón: gestos ambos, bien mirado, revolucionarios. No se olvide decir a los alumnos: pedir perdón es terapéutico, os sentiréis mejor. Ni mucho menos se olvide: las palabras y los abrazos de reconciliación están bien, son necesarios, pero no bastan, hay que tratar de remediar con actos el daño que se haya hecho.