La desigualdad educativa en tiempos de crisis
Publicado en el número 341. Junio 2020.
La estrategia de dar respuesta a la pobreza y exclusión que viven y padecen millones de niños en este país es una prioridad urgente, porque el valor social de la infancia y adolescencia no es solo una responsabilidad de sus familias, sino de toda la sociedad. El coste de desatenderlos es enorme y la apuesta política y social por ellos no solo es posible y necesaria, es transformadora de la realidad en su conjunto. De ahí la necesidad de apostar por un sistema educativo integral e integrador de todas las dificultades y desigualdades educativas.
Porque la educación actúa como factor de transmisión de las situaciones de vulnerabilidad y exclusión social generación tras generación, y las posibilidades de estar en riesgo de pobreza disminuyen en la medida en la que aumenta el nivel educativo de padres y madres.
En la situación actual de precariedad socioeconómica causada por la crisis del coronavirus, a la desigual capacidad de los progenitores de acompañar los procesos educativos de sus hijos se le suma la brecha tecnológica, creada no solo por la ausencia de dispositivos tecnológicos en casa y el consiguiente acceso a internet, sino también por una falta de cultura tecnológica en las familias. Desde Cáritas, somos conscientes de la importancia que tiene el acceso de las familias a estos medios digitales, no solo para garantizar el acompañamiento escolar a distancia, sino también para romper su aislamiento social y mantenerlos conectados con el entorno, ampliando su participación social a través de los nuevos canales y espacios virtuales de comunicación social. Participación que debe ser responsable, respetuosa y con la suficiente formación.
Urgen respuestas
Para romper con la brecha tecnológica y, sobre todo, para acabar con la desigualdad educativa, el punto de partida es incidir en la desigualdad de oportunidades entre niños y niñas. El sistema educativo no debería centrarse únicamente en los contenidos curriculares, sino también en otro tipo de aprendizajes, tales como la gestión de las emociones, la generación de un pensamiento crítico o el desarrollo de diferentes habilidades sociales o valores, como la empatía, la capacidad de adaptación o la resolución de conflictos. Se trata de la necesidad de humanizar el sistema educativo.
Para ello, son fundamentales medidas urgentes que permitan que todo el alumnado pueda continuar en el sistema educativo con las máximas garantías e igualdad de oportunidades, abogando por la gratuidad real y efectiva de la educación en primer término. Esta crisis ha evidenciado algunos de los grandes males a los que se enfrenta un sistema como es el educativo, donde hace falta unificar esfuerzos y recursos en pro de un mismo objetivo: el de paliar las desigualdades educativas, base incuestionable de la vulnerabilidad y pobrezas de las familias.
El compromiso personal de todos es fundamental para lograr transformar y superar las desigualdades sociales que nos rodean. En este sentido, visualizar la igualdad de oportunidades como una realidad al alcance de todos, proporcionar alternativas a la infancia y a los jóvenes para poder alcanzar sus sueños es, o debería ser, el verdadero cambio de mentalidades, y la verdadera meta del sistema educativo en nuestro país.