Mártires o suicidas
¿Merecieron su suerte los mártires cristianos del Imperio romano? ¿“El cristianismo en aquellos siglos fue mucho más perseguidor que perseguido” (Gibbon)? ¿Qué deben saber los profesores al respecto?
El director de La Vanguardia de Barcelona se preguntaba, con ocasión de la activación del brexit, qué pensaría Winston Churchill. Recuerda que despreciaba a los populistas y sabía que “solo una Europa unida puede ganar la paz y la estabilidad”. Concluía que “a un presuntuoso como Farage seguramente le soltaría lo que dijo en una ocasión del conde de Halifax: «Es uno de esos cristianos que deberían tirar a los leones»”. Echar o mandar a los leones es una expresión que ha tenido fortuna literaria. En ¡A los leones!, Lindsey Davis parece retratar el mundo de las grandes estrellas deportivas y los “hooligans”. Un buen amigo titulaba así su columna periodística, condenando a ella los desaguisados municipales de su ciudad. En los tres casos, parece que se trataría de un castigo merecido.
La sospecha ante la entidad de las persecuciones de los primeros cristianos ha ido en tres direcciones: la cuantificación, la provocación y el merecimiento. Descartada la cifra de cien mil mártires que daba Ludwig Hertling, no resulta aceptable reducirlos a unos pocos cientos. El historiador más crítico con ellas, W. H. C. Frend, los cifra en tres mil quinientos. Además, como comenta Josep Miró i Ardèvol, “no se trata solo de muertos; durante más de tres siglos, los que van de la muerte de Jesucristo en el siglo I hasta la normalización con el Edicto de Milán de Constantino en el 313 fueron proscritos y esto significó la carencia de derechos, el arresto sin garantías, la confiscación de sus bienes, la destrucción de sus propiedades, su arte, sus libros y sus símbolos, la incitación a abjurar de sus principios y delatar a otros cristianos, el encarcelamiento, el azotamiento y la tortura”.
Los bosques de blogs impiden, muchas veces, dar con los respetables. En uno de ellos (blogs.lavanguardia), se aloja “Tras la virtud”, título de un blog de Josep Miró i Ardèvol. El seis de noviembre de 2018, titulaba “La historia como fake news: el libro de Catherine Nixey”. Se refiere al libro La edad de la penumbra. Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico, de la periodista británica Catherine Nixey. Un texto que es un ejemplo paradigmático de fake news. Acota Miró i Ardèvol: “Un género que abasta más que una mentira pura y dura, porque constituye la operación de construir otra «realidad»”.
El intento de Nixey persigue dos propósitos: vender libros (la trasgresión siempre es comercial) y caricaturizar a los cristianos como yihadistas (que, al igual que ellos, visten de negro, salen del desierto, queman libros, arrasan templos y destruyen estatuas). Trata de llevar a concluir que los gobernantes romanos eran unos seres benéficos y benignos, mientras que los cristianos gustaban y forzaban la persecución. La caricatura de buscar “complacidos el paraíso” nos es hoy familiar aplicada también zafiamente a determinados terroristas. Algunas versiones cinematográficas han sido también interesadas, mitificadoras, ridículas, sesgadas, contraproducentes para un conocimiento veraz del fenómeno y una valoración equilibrada.
Persecución primitiva
Sin embargo, no hay otra institución en la historia cuya imagen pública haya sido víctima de tal grado de grotescas descalificaciones como la Iglesia. Rafael Aguirre Monasterio, en el I Congreso Trinitario: Fe, Cautiverio y Liberación, sintetiza magistralmente “La persecución en el cristianismo primitivo” (hdl.handle.net/10972/1245). Plantea la secuencia de la persecución de Jesús a la persecución de los cristianos, tema central en el cristianismo primitivo tanto histórica como teológicamente; la persecución de los cristianos y el conflicto intrajudío, probablemente de origen familiar, en una familia patriarcal profundamente unida; y la persecución por parte de los romanos, con dos miradas: la de la primera carta de Pedro y la del Apocalipsis. Conocimiento obligado para todo profesor cristiano y de religión.