Paciencia
Publicado en el número 338 de la versión en papel. Marzo de 2020
Es una de las virtudes cardinales, junto con justicia, fortaleza y templanza; y también forma parte de las actitudes de misericordia espiritual: sobrellevar con paciencia los defectos de los otros, del prójimo. En verdad, ser pacientes también se recomienda ante adversidades de la vida donde no entra en juego ningún otro: paciencia ante las limitaciones inherentes a la vida, paciencia en las enfermedades y en la convalecencia. El psicólogo Viktor Frankl, de sensibilidad existencialista, tituló Homo patiens uno de sus libros más notables: definió al ser humano como “paciente”, capaz de sufrir, de padecer, y no solo en los hospitales o en las consultas médicas, sino en su naturaleza misma. Ahora bien, en ese orden, al ser paciente habría que añadirle ser resistente, reluctante, resiliente.
En cuanto virtud social, la paciencia se refiere al trato con los demás: a soportar con ecuanimidad sus defectos, sus limitaciones, sus manías. Atención, no se pide tanto como soportarlo con gusto o con alegre ánimo: esto queda para el nivel de santidad. En el nivel de buenas personas, se pide tan solo ser ecuánime: soportar a los demás tanto como queremos que a nosotros nos soporten. Nadie es perfecto, todos tenemos defectos. La regla conocida como “ama a tu prójimo como a ti mismo” se redondea en la de “sopórtale tal como deseas que te soporten”. Y no son tan distintas la una de la otra: soportamos mejor a los que amamos, la convivencia es muy difícil entre quienes no se aman.
Actividad educativa práctica: escucharse unos a otros examinando en grupo qué defectos sobrelleva peor cada cual y hablar de cómo comportarse frente a eso; reconocer cada uno en voz alta los defectos propios y pedir por ellos tanto piedad y comprensión como (no menos importante) ideas y ayuda para corregirlos.