¿Qué es el dolor?
Concepción Arenal encabeza sus trabajos con una pregunta, que en el Manual del visitador del pobre desglosa: ¿qué es el dolor? ¿Qué es el pobre? Pobreza y enfermedad han ido unidas en la historia religiosa.
Hace casi cuarenta años el padre Escalera, jesuita, gallego, investigador, era muy querido por la docena de alumnos que hacíamos la especialidad en Historia de la Iglesia. Puso entre otras objeciones a mi tesina de licenciatura la ausencia de un libro de título desconcertante en tiempos de teología de la liberación. La tesina era una antología de textos representativos de la Iglesia española del siglo XIX. Ciertamente faltaba y le debo el conocimiento de una obra que por su título difícilmente hubiera valorado como se debe. Ahora comparto la referencia por su interés, por el de su autora y por la luz que puede dar ante nuestro comportamiento en esta crisis y en lo que siga. El Manual del visitador del pobre es un libro escrito por Concepción Arenal. Una mujer creyente, emblema del feminismo, pero con la mala suerte de no ser ni una creyente ni una feminista estándar.
Sobre la base de su propia actuación como visitadora de las Conferencias de San Vicente de Paúl de Potes, reflexiona y da pautas de actuación sobre la atención domiciliaria; una de las frustraciones que hemos sentido en la situación de emergencia sanitaria. Viuda, al cargo de sus pequeños hijos y de una potente suegra, en una población de poco más de mil habitantes, sus reflexiones son una muestra de la conexión de lo local y lo universal. Ejemplo de elevación sobre el contexto social en el que se escribe el libro, y sobre la sensibilidad religiosa rural y romántica dominante en el momento. Impresiona la sensibilidad ante cómo puede ser percibido el visitador de diferente forma por parte de la familia visitada. Debemos también a Concepción Arenal una nítida distinción entre conceptos que aún en la actualidad se confunden con ignorancia culpable.
La beneficencia, la filantropía y la caridad: así tituló significativamente su memoria, premiada en el concurso convocado en 1860 por la Real Academia de Ciencias, Morales y Políticas. Aborda los diferentes papeles de la Administración pública, la sociedad civil y los cristianos y la Iglesia. Compendia su posición: “La beneficencia manda al enfermo una camilla. La filantropía se acerca a él. La caridad le da la mano”. Parte de una reseña histórica de la beneficencia en España desde el Hospital de San Juan, fundado en Oviedo en 1058, hasta la Casa de las Desamparadas de 1845 o el Hospital de Hombres Incurables de 1852. No olvida al canónigo Leza, director del Hospital de Dementes de Valladolid, que, “para estudiar los de su clase, hizo un viaje a su costa a París y Londres”.
Concluye que, “aunque la beneficencia contaba con un número casi increíble de fundaciones piadosas, aunque tenía fondos suficientes para atender a todas las verdaderas necesidades, las preocupaciones y el estado social y político no consintieron que sus consuelos alcanzasen a todos los seres que sufrían. Los principales cargos que pueden dirigírsele son: espíritu de localidad; mal tratamiento de los dementes; abandono de los expósitos; exclusión en la mayor parte de los hospitales de los enfermos que padecían ciertas enfermedades”. ¿Nos suena? Y añade: “Allí la caridad oficial hace el bien sin amor, acá la caridad privada hace el bien sin criterio, en otra parte las asociaciones caritativas obran en un círculo estrecho, aisladas entre sí, y de la caridad oficial y privada, sin tendencia al proselitismo y a la expansión”.
¿Qué somos nosotros?
“Santa laica” llama a Concepción Arenal Xosé Luís Barreiro en su tesis doctoral presentada en la FaculTad de Teología de la Universidad Católica Portuguesa. Santidad alcanzada por su filosofía social y compromiso efectivo. Si abría Concepción Arenal (1820- 1893) su manual preguntándose en dos capítulos sucesivos qué es el dolor y qué somos nosotros, lo cerraba con otros dos tratando del respeto al dolor y de los enfermos de espíritu. En definitiva, la panorámica vista por nuestra feminista abarcaba “la otra mitad del género humano”, según la plástica definición de María José Lacalzada. ¿Nos quedará a la vista a los que superemos alegres y confiados la “desescalada”?