Que sean todos los derechos del niño
Algunas reflexiones sobre las fuentes internacionales a las que se remite la LOMLOE con el fin de sacar a la luz las orientaciones que proponen sobre la educación integral.
El proyecto educativo de la LOMLOE se remite con insistencia a determinadas orientaciones de instituciones e iniciativas internacionales. La primera de ellas es sin duda toda la propuesta educativa emanada de la Unesco. No es de extrañar, puesto que la LOMLOE, en su intento de hacer de la LOMCE un paréntesis, se considera en continuidad con la LOE asumiendo sus mismos principios en un ejercicio de reinterpretación. Efectivamente, la LOE se consideraba hija directa de la gran reflexión que la Unesco elaboró durante años y que fructificó en aquella propuesta recogida en el informe La educación es un tesoro, que tanto impacto causó y cuya vigencia nadie discute. En esa iniciativa la educación encontró un horizonte, siempre tan escaso, pero tan imprescindible, que pudiera enmarcar el desarrollo de los sistemas educativos desde una perspectiva armónica y global de la persona y de la sociedad.
Entre los cuatro pilares básicos de la educación, el Informe Delors estableció sin titubear que la educación debe hacer posible el aprender a ser. La tradición católica encontró en esa formulación sintonía y complicidad. Conviene recordar su contenido: “La Comisión ha reafirmado enérgicamente un principio fundamental: la educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual, espiritualidad”. Hay una segunda fuente internacional a la que se hace referencia explícita y con insistencia en el preámbulo de la LOMLOE: la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989. De nuevo, un documento programático de enorme valor y que debería estar presente a la hora de configurar nuestras propuestas educativas. La Declaración dedica tres artículos, 27 a 30, más específicamente a la educación. Esta sección se abre con una declaración de principios: “Los Estados parte reconocen el derecho de todo niño a un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social” (artículo 27.1). De nuevo, nos encontramos con un intento de formulación de un proyecto de educación integral que incluye, como en el caso anterior, la espiritualidad como una realidad ineludible a la hora de describir la totalidad de la persona.
Creo que es muy importante conocer las leyes, pero quizá aún más captar bien cuál es la tradición de pensamiento a la que se remiten. Cuando desde la tradición educativa católica proponemos la educación integral como uno de nuestros pilares básicos, no lo estamos haciendo como una estrategia para entrar en un terreno que nos es ajeno y así meter en la escuela algo que no le corresponde al ámbito educativo. Todo lo contrario. Nuestro criterio nuclear de la educación integral nos introduce de lleno en lo mejor de la tradición educativa. A partir de esta constatación, cabe preguntar a la LOMLOE cómo prevé encarnar este ideal de educación global y cómo afronta la educación de la dimensión espiritual.
Pero esta pregunta también nos la tenemos que hacer todos nosotros. No cabe la menor duda de que la crisis de la religión institucional no ha eliminado para nada la realidad palpable de la dimensión espiritual en nuestra sociedad. Más bien constatamos que, ausente cualquier iniciativa seria, esta campa a sus anchas muy a menudo manejada por intereses espurios. Considero un gran acierto de la propuesta de currículo de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura tomar nota de este fenómeno y asumir el compromiso de que sea la enseñanza religiosa escolar la que se comprometa en una educación integral de esa dimensión tan nuclear. He aquí a mi modo de ver uno de los restos más apasionantes que se nos plantean en esta renovación curricular. ¿Perderemos el liderazgo de la revolución espiritual del siglo xxi como perdimos otras revoluciones? No lo permitamos. Frente a modas de educación espiritual venidas de psicologismos baratos, nosotros poseemos una sólida, fecunda y contrastada tradición espiritual. No la echemos a perder. No hay mejor modo de llevar a plenitud la sed de espiritualidad intrínseca a todo ser humano. Es un derecho, este también, de nuestros alumnos.
Nuestro criterio nuclear de la educación integral
nos introduce de lleno en lo mejor de la tradición