Y esto, ¿para qué sirve?
Txemi Aranburu Director de Educación de la diócesis de Bilbao
Es la pregunta que muchas veces nos plantea el alumnado; puede sonar impertinente o desafiante, pero, quizá, en el desafío está su pertinencia. En eso estamos: formar la autonomía personal a través del pensamiento crítico. Y esto, ¿para qué sirve? La pregunta parece apuntar al al valor práctico del aprendizaje, a su utilidad en términos de aprendizaje aplicable, que no es poco; pero, en el trasfondo, hay una cuestión de significatividad: hay cosas que nos “enganchan” y que valoramos más allá de su dimensión práctica, porque las percibimos como significativas para nuestra vida. En cualquier caso, lo que emerge tras la expresión “para qué” es la cuestión del sentido de lo que aprendemos.
El servicio es acción, pero nace de una actitud y de una disposición de ánimo que todos albergamos en potencia. El aprendizaje-servicio (ApS) se nos ofrece como una metodología que integra las finalidades educativas. En el marco de las metodologías activas, orientar proyectos a un servicio concreto los dota de sentido, y plasma los objetivos de la escuela en el aquí y ahora: ¿cómo formar ciudadanos de futuro, potenciales servidores del bien común en su actividad profesional o extraprofesional, sin ciudadanos del hoy que aprenden a servir sirviendo?
Cierto es que se trata de una opción educativa que requiere un importante esfuerzo. Es cuestión de apuesta y determinación: ese esfuerzo sostenido merece la pena, pues aporta un valor añadido. La coletilla “con vocación de servicio” eleva de ordinario la consideración general de la actividad. Y es que la utilidad para el bien de los demás confiere al talento, a la competencia y al mérito una dimensión humanista: considera el mérito como fruto de una acción valiosa y no como objetivo de posicionamiento en un escalafón; moviliza las capacidades hacia el altruismo y da espesor a la necesidad de reconocimiento inherente al ser humano, pues la sitúa en el nivel de la interioridad. Por este último motivo, conectar el cultivo de la interioridad que se lleva a cabo en muchos centros educativos con el ApS es una ocasión de reforzamiento mutuo de ambas dimensiones: mundo interior y proyección hacia los otros, la sístole-diástole del “buen corazón”.
Naturalizar estas disposiciones en etapas formativas decisivas es de importancia vital. Pueden poner un sello imborrable en la actitud ante la vida de nuestros educandos. Es indicativo el hecho de que hay alumnos que prosiguen de forma voluntaria en las organizaciones y entidades donde han desarrollado proyectos de ApS.
El servicio en el currículo
Un último apunte sobre la metodología del ApS y la enseñanza escolar de la religión, de las que cabe decir que son casi connaturales: el enfoque competencial del currículo y sus distintos elementos marcan el camino. Como ejemplo, entre los estándares de aprendizaje de segundo de ESO, encontramos: “4.2. Diseña, en pequeño grupo, un plan de colaboración con su centro educativo, en el que se incluyan, al menos, cinco necesidades y las posibles soluciones que el propio grupo llevaría a cabo”. Botón de muestra de la posibilidad de hacer significativo el conocimiento del mensaje de aquel que dijo: “No he venido a ser servido sino a servir”.
Orientar proyectos a un servicio concreto los dota de sentido,
y plasma los objetivos de la escuela en el aquí y ahora