Actualidad de Newman
La canonización de Newman subraya la semejanza de sentimientos entre Pablo VI y Francisco, pero, sobre todo, nos plantea una de las carencias de la formación espiritual y doctrinal cristiana en nuestros días.
Newman ha sido un personaje admirado y significativo para muchos creyentes contemporáneos, un intelectual respetado de la Universidad de Oxford que, en su madurez, dio el paso del anglicanismo al catolicismo, sin hablar de conversión sino de una personal evolución en su búsqueda de la verdad, siguiendo, en todo momento, con libertad y lealtad, a su propia conciencia. “Nunca he pecado a sabiendas contra la luz”, comentó con sencillez. A lo largo de su vida, fue respetado por anglicanos y católicos por la honradez de su evolución y por la serena y pensada entrega espiritual.
Me pregunto si los jóvenes católicos han sentido curiosidad y deseo de conocer el significado de la canonización o si, más bien, han pasado página sin interés alguno. Desgraciadamente, entre nosotros, no es ni muy conocido ni leído, a pesar de que constituye (sobre todo, hoy) un ejemplo admirable de búsqueda inquieta y amorosa de la verdad y de seguimiento apasionado de sus exigencias y propuestas. Newman resultó imparable en su búsqueda de la verdad con su mente y con su corazón, la inquietud que encontramos en el origen del cristianismo, en la madurez de nuestra fe y en nuestra convivencia como comunidad creyente. ¿Tienen también nuestros jóvenes un sentido de pertinencia, de conocimiento de su comunidad y de su compromiso con la verdad?
La actuación de Newman a lo largo de su vida respondió a los dictados de su conciencia. Se trató de un esfuerzo bien pensado y vivido con generosidad. “La conciencia”, escribió, “no descansa en sí misma, sino que se extiende hacia aquello que la trasciende, y se esfuerza por descubrir para sus actuaciones una sanción más alta que ella misma, tal como lo intuye en el agudo sentido de obligación y responsabilidad que la informa”. En su lento y concienzudo traspaso al catolicismo, encontramos afirmadas sus actitudes espirituales: la lucidez de su conciencia, la interiorización y el abandono a los caminos de Dios, actitudes que se convertirán en las características permanentes de su religiosidad.
Newman fue un infatigable defensor del sentimiento
religioso en la educación
La religiosidad en la educación
Newman era consciente de la importancia de la fe, por encima de la doctrina y la ciencia, para la religiosidad del ser humano: “Considero que, siendo como son los quehaceres científicos, intrínsecamente excelentes y nobles, acreedores a un lugar en la educación y fecundos en beneficios temporales para la comunidad, no pueden ser, sin embargo, instrumentos de formación ética; que la física no suministra una base, sino únicamente materiales para el sentir religioso; que el conocimiento ocupa la inteligencia pero no la forma; que la aprehensión de lo invisible es el único principio conocido capaz de vencer el mal moral, educar a la multitud y organizar la sociedad”.
Newman fue un infatigable defensor del sentimiento religioso en la educación. Para él, la persona es aquella esencia que existe por Dios y que se realiza solamente en relación con él. La comprensión de la existencia humana solo es posible si se la contempla como una existencia “ante Dios”. Para Newman, la naturaleza lleva en sí misma grabada la huella de lo incompleto, la tendencia hacia lo definitivo, que es capaz de elevarla y redimirla. Fe es un encuentro entre personas, entre Dios y el ser humano. Pero la persona, cada una con su libertad, debe dar respuesta, debe expresar su “yo creo”. Rechaza la utilización de los “derechos de la conciencia” cuando no se tienen en cuenta ni los derechos del creador ni las obligaciones de nuestra mente y nuestra actuación para con él, sus deseos y mandatos. Al actuar de esta manera, solo deseamos ser nuestros propios señores y maestros, pervirtiendo y oscureciendo la llamada de Dios que permanece en nuestros corazones. Esto no es conciencia sino propia autocomplacencia. “La conciencia es el vicario de Cristo, presente y actuante en nosotros mismos cuando, con humildad, la escuchamos y seguimos”. En el epitafio de su tumba, leemos:” Desde las sombras y las imágenes a la verdad”; recorrido de una vida que sigue siendo, para nosotros, ejemplo de un camino vivido con sincera constancia.