“Es nuestra hora”
Pere Casaldàliga murió el pasado verano, pero nos dejó bellos versos. “Es tarde, pero es nuestra hora”. Debimos haber previsto, preparado, cuidado muchas cosas. Aunque lleguemos tarde, es nuestra hora.
Un evangelio habla de los jornaleros de la última hora. Nunca acabé de entenderlo hasta que un amigo “jornalero” de la Vega de Granada me lo explicó aún en Madrid. Él había visto a esos braceros que acudían a la plaza del pueblo y esperaban hasta la puesta de sol. El manijero se ajustaba con ellos en un jornal. Podían pasar un día entero esperando en la plaza. A veces, a la hora de la tarde recibían algo, otras no y volvían vacíos a casa. Este evangelio es el contrapunto del principio mateano, usado y abusado por el capitalismo para justificarse sin pudor: al que tiene se le dará y al que no tiene aun lo que tiene se le quitará. Un evangelio parece querer retribuir a los últimos para que no se caigan de la red, el otro es duro con los irresponsables y timoratos que no quieren arriesgar. Paciencia y riesgo no están tan alejadas. El evangelio nos pinta dos escenas para que acojamos los claroscuros de la vida. Treinta años en Andalucía me han hecho entender mucho mejor aquella mirada grave en la puesta de sol cordobés o jienense y los poemas de Federico desde aquellos pueblos gitanos de la Vega granadina de donde procedía el inmigrante amigo que me explicaba la parábola.
Pere Casaldàliga murió el pasado verano, nos dejó bellos versos y una hermosa imagen del árbol bajo el que su cuerpo fue enterrado a las orillas del Araguaia de su vida. Escribo cerca de Sallent, cerca de otro río que le vio nacer a la vida. Todo está relacionado con todo. Algo de eso hemos aprendido este año. Pere escribió que “es tarde, pero es nuestra hora”. Una buena amiga y gran profesora con quien desde finales de los años setenta hemos trabajado y soñado por un estatuto digno para la clase de Religión, Emma Martínez Ocaña, ha tomado este verso del claretiano del Bages. Emma nos ofrece un libro que no es otro más tras o durante la “sindemia” que vivimos en 2020. Ha sido algo más que una enfermedad que afecta a toda la humanidad; por eso hablamos de “sindemia”, como la ha nombrado The lancet, la prestigiosa revista médica inglesa. Debimos haber previsto, preparado, cuidado muchas cosas, “es tarde, pero es nuestra hora”. El libro sugiere diálogos, debates, reflexiones que podemos proponer a nuestros alumnos. Aunque lleguemos tarde, es la hora que nos toca a nosotros para vivir y responder. Es nuestra hora.
Una cristiana adelantada
Como la hora en la que vivió hace doscientos años Concepción Arenal, una mujer olvidada dolosamente e ignorada estúpidamente, a quien ahora podemos ir recuperando poco a poco. Arenal fue una cristiana que se adelantó, en su entonces inédito libro Dios y libertad, a lo que el papa Ratzinger esculpió en Caritas in veritate. Para la pensadora española, la beneficencia correspondía al Estado, la filantropía, a la sociedad civil y la caridad, a los cristianos. Tres espacios que en estos doscientos años el liberalismo impío y el estatismo colectivista han querido contraponer asfixiando al tercero. Son tres espacios necesarios: el del interés, que tiene el mercado como instrumento, el de la justicia y la igual dignidad, cuyo garante es la comunidad política y, además, el tercer espacio de la reciprocidad de la sociedad civil, en el que se declina la gratuidad. El libro recoge las preguntas, busca las causas, contrapone la vida de las primeras comunidades cristianas a la nuestra y propone un cambio estructural que tenga el bien común como eje vertebrador de nuestro hacer, de nuestro compromiso y de nuestra espiritualidad. Este es un libro teológico, porque me atrevo a decir que no hay nada más propio de Dios que la permanente circulación (perichóresis o circumincessio la llaman los letrados) que hay en la Trinidad. Corresponsabilidad, codecisión, cooperación son palabras trinitarias y antropológicas que se reflejan en la filosofía social del bien común. No perder la esperanza parece fundamental y, en vez de preguntarnos “qué puede hacer América por mí”, podemos hacer presente a Dios en nuestros brazos. El libro ayuda a “empezar haciendo”.