Prioridades en la escuela
Las evaluaciones PISA han condicionado durante años los enfoques pragmáticos de la educación. Desde hace poco están redefiniendo sus prioridades. Puede ser una oportunidad para rehumanizar la escuela.
Lo habíamos comentado en más ocasiones. Recientemente lo hicimos a propósito de la competencia global. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y sus evaluaciones PISA se habían convertido en un superministerio de educación con más poder que ninguna otra institución educativa en el mundo. Habían logrado condicionar las decisiones de los ministerios nacionales que se veían obligados a centrarse en lo que se medía en PISA. Un daño colateral de estas prioridades ha sido que lo que no se evaluaba se devaluó. Algunos críticos, como el profesor Saltelli, denunciaban hace tiempo el enfoque eminentemente pragmático y utilitario de PISA y que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos era una institución conservadora y economicista donde lo importante no es evaluar, sino subir a las personas a la economía.
Pues bien, el programa PISA ha venido redefiniendo estos enfoques neoliberales de la educación abriéndose a una visión más holística e integral. La competencia global simbolizó esta apertura y el reconocimiento de que las anteriores evaluaciones habían dejado desatendidos demasiados factores humanistas en los procesos educativos. Las dimensiones que su marco teórico reconoció cuidan la interacción personal con el entorno cultural y el diálogo con las visiones de la vida, entre otros aprendizajes necesarios para el bienestar personal y social. Ahora, la evaluación de las competencias socioemocionales en 2021 supone otro paso significativo en esta rehumanización de los enfoques educativos. El título de su primera edición es evidente: Más allá del aprendizaje académico.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos reconoce así la importancia de las competencias socioemocionales ampliando los indicadores más allá de sus ámbitos académicos más tradicionales; por ello, sus estudios abordan ahora las competencias socioemocionales. Se trata de ensanchar las prioridades de un aprendizaje académico solo centrado en matemáticas, lectura y alfabetización científica que tanto espacio han ocupado en las dos últimas décadas.
Se entiende por competencias socioemocionales, en este informe, algunos rasgos de carácter o personalidad, por ejemplo: la resiliencia y el optimismo, la voluntad de cooperar, confiar y tolerar a los demás, la curiosidad intelectual, la creatividad, la capacidad para pensar de manera independiente y asumir con responsabilidad las propias acciones y pensamientos, la motivación y la confianza en uno mismo.
Dimensión socioemocional
Las conclusiones revelan la importancia de cuidar en la escuela la dimensión socioemocional. Se han comprobado los beneficios del desarrollo socioemocional que van más allá de los resultados académicos; también son impulsores de la salud mental y las perspectivas en el mercado laboral. Esta evaluación de competencias socioemocionales es el esfuerzo internacional más completo hasta la fecha en los estudiantes de diez a quince años. Se analizan por edades, sexo y según el contexto socioeconómico; otros examinan la relación de las competencias socioemocionales con el rendimiento escolar. También se analiza de qué modo la creatividad y la curiosidad están vinculadas a comportamientos. Y en otro capítulo se evalúa cómo el sentido de pertenencia de los estudiantes a la escuela y los profesores influye en sus competencias socioemocionales.
Desde nuestro punto de vista, valoramos positivamente que el nuevo currículo de Religión haya dialogado con estos nuevos enfoques humanistas que se perciben a nivel global. En esta ocasión, subrayamos como positiva la convergencia de la enseñanza de la religión con la competencia global y las competencial socioemocionales de las evaluaciones PISA. Esta sinergia supone ensanchar el espacio propio del saber religioso en la escuela porque contribuye al cuidado emocional en el desarrollo integral y armónico del alumnado. Y este enfoque educativo es, sin duda, una mejora de la escuela.
Esta sinergia supone ensanchar el espacio propio
del saber religioso en la escuela