Dando la murga
No falla. Con el carnaval, la murga. No es Cádiz, arte con gracia y humor, que invita a reír y hace pensar. Esta es la murga pesada y fastidiosa que, desde hace años, empieza con la tabarra cuando huele las fechas de solicitud, admisión y matriculación en los centros escolares. Un obsesivo mantra que repite inmisericorde, sin gracia ni humor, media docena de palabras fetiche: escuela, pública, laica, religión, privada, adoctrinamiento. Da pena y rabia ver a la escuela tratada así, de forma tan obtusa. Ninguneando su extraordinaria aventura en la historia de la humanidad.
Esta murga roma, pero coherente, va a lo suyo. La estudiada elección de dos adjetivos polisémicos y sinónimos, pública y laica, son clave para ver que se trata de una escuela esclava del poder totalitario; gubernamental, adoctrinadora, impuesta a todos mediante coerción del Estado. El adoctrinamiento como insulto lanzado contra la religión es claro mecanismo de defensa, se llama proyección. Proyectas sobre el otro lo que llevas dentro tú. Pasa con el delito de odio. La religión debe ser privada, dictan. Pero asaltan la capilla de la sacrosanta intimidad donde unos padres meditan lo mejor para su hijo.
Medio siglo a pie de aula da perspectiva tras convivir con otra clase de laicos no creyentes, la mayoría. Feliz memoria de tantos profesores de Ética con los que has compartido inquietudes, puntos de vista, materiales. Profesores de Literatura, Sociales, Música, Inglés, etc. en colaboración eficaz y gozosa. Cuando el alumno es el centro, y se trabaja en su servicio, surge espontáneo el diálogo, la sinergia. Se enriquece la escuela. Es el camino. En el desierto cuaresmal del aula susurra el Maestro: rezad por los que os persiguen y calumnian y veréis lo que es un Padre distribuyendo rayos de sol a todos, todos, todos. La escuela se ilumina.