Espejismo
¿Qué tengo yo que “enemistad” procuras? ¿Qué interés se te sigue, “hermano mío”? No sé, pero creo que incluso el genio Lope de Vega se vería en un aprieto para describir este tozudo interés, casi obsesión, por promover la nada frente a uno de los nervios fundamentales de la cultura. Quizá sea envidia o desasosiego por el vital dinamismo con que acompaña y sostiene al ser humano, desde Atapuerca, en su lento y trabajoso, pero decidido, camino hacia la humanización plena. Admira su persistente terquedad persecutoria, pero es triste que no sea digna de mejor causa. Dar coces contra el aguijón no es inteligente. Repetir como un mantra durante tantos años el mismo pobre argumentario, nacido de la frustración, el seguidismo interesado o la simple animadversión, no contribuye al desarrollo del bien común. Es lástima que ese lastre tapone los oídos a las nuevas propuestas creativas e incluyentes. Que ciegue hasta el punto de no querer ver el dialogante esfuerzo que los currículos de Religión han hecho para adaptarse a una ley de educación gestada muy lejos de todo diálogo. Nace vieja una ley que promueve el ninguneo, relegando este saber milenario a los márgenes de lo adicional. No es cierta la machacona cantinela de que nadie quede atrás. Nace muerta una ley que por toda respuesta ofrece la nada frente a la vigorosa huella del maestro en educación integral, que con sola su figura vestida la dejó de su hermosura. Una lástima, pero a eso conduce encastillarse. La Bestia lo sabe. No quiere espejos en su castillo (ni como asignatura). Solo el espejo con el que pueda controlarlo todo (ojo del Gran Hermano), un espejismo. Pero sabe que no es feliz por mucho que gruña y se salga con la suya. Solo en Bella, espejo de bondad, podrá verse a sí mismo, y decir con Agustín de Hipona: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!”.