«Mariquina»
Me extrañó encontrar Las Edades del Hombre en tierras extremeñas, siempre asociadas a Castilla y León. Pero allí estaba Transitus, en Plasencia, la ciudad fundada y así bautizada “para agradar a Dios y a las personas”. Paraíso de fértiles valles que riegan aguas cristalinas (xerete, ‘Jerte’). El Génesis. Y saben cultivarlo, a juzgar por sus frutos, las famosas cerezas. Plantaron catedral a santa María, cátedra que distinga el bien del mal, para poder gozar del fruto con conocimiento. Es la sede de la exposición. Cómo imaginar, días después, la misma exposición en Garganta la Olla. Allí estaba ella, sentada en un banco de piedra de la iglesia. Al vernos contemplar el edificio, se ofreció a enseñarnos la iglesia. Comentaba sonriente sus limitaciones físicas. Ella era de 1931, dijo. Dentro, segura, lo primero la hermosa pila bautismal. Luego san Lorenzo, titular de la iglesia, san Fulgencio… Nos animó a subir al órgano, joya barroca, de los pocos que existen en España. Esperó paciente en un banco, demasiadas escaleras. Mientras subíamos, empezó a sonar una melodía: “Alabado sea el santísimo sacramento del altar”. Un milagro, sí. Era ella, tierra de paso, en una tierra de paso. Viviendo, hecha alabanza, el cambio de edad que aproxima al tránsito. Rostro de un pueblo que agrada a Dios y a los hombres de paso. Encarnando en su debilidad la plenitud de la Iglesia. Entre sueños que apuntan mares eternos. Y transmitiendo Evangelio con la iglesia de su pueblo iluminada en afable sonrisa sempiterna. Verla, tras la noche de brega de toda una vida, invita al Duc in altum! (Lc 5,4). Transitus viviente en todos sus capítulos. Adviento vivo. No ha recibido la ordenación de ostiaria, pero “actúa de tal suerte que puede dar cuenta a Dios de las cosas sagradas que se guardan bajo las dos llaves”. ¿Cómo se llama? “María Sagrario. Pero todos me llaman ahora María (como la sede de Plasencia). De niña me llamaban Mariquina”.